España
En malas compañías por J A Gundín
Méndez y Toxo son dos veteranos sindicalistas cuya inteligencia natural y honradez personal no se corresponden con las majaderías que han puesto en circulación últimamente, entre ellas la de convocar un referéndum sobre los ajustes del Gobierno. No es que la propuesta sea simplemente necia, pues de necios es despreciar al Congreso, sede de la soberanía nacional, que aprueba las leyes por mayoría absoluta; es que coloca a UGT y CC OO al lado de muy malas compañías, lo que demuestra el extravío de los sindicalistas ante la mayor crisis económica de la democracia. Ahora mismo, en Europa sólo la extrema derecha y la extrema izquierda francesas exigen someter a referéndum las políticas de austeridad; en España, la obsesión plebiscitaria es cosa de los independentistas catalanes, que ven reforzada su reclamación gracias, precisamente, a la iniciativa sindical. El mero hecho de que ambos sindicatos coincidan con Le Pen y con los estalinistas franceses les debería avergonzar y, acto seguido, llevarles a anular su atolondrada iniciativa populista que escapa a sus competencias de centrales obreras.
Porque de eso se trata, de un populismo pedestre que, siendo rechazable en los partidos extremistas y radicales, lo es mucho más en dos sindicatos que deben actuar con moderación y responsabilidad. UGT y CC OO atraviesan su peor momento en 30 años, han perdido poder de convocatoria, su prestigio está por los suelos y toda su fuerza se reduce a los miles de liberados que arrastran fama de parásitos e indignan a los millones de parados. Apenas si tienen algo que ver con el sindicalismo que contribuyó de forma decisiva a la Transición democrática y a superar la crítica situación económica de aquellos años. El secretismo que rodea sus cuentas y presupuestos es causa de escándalo y de sospecha, pues nadie sabe cuánto dinero reciben de sus afiliados, cuánto de las administraciones públicas y cuánto por afinidad ideológica. Los cursos de formación pagados con dinero público, teóricamente necesarios para ayudar a los parados a encontrar trabajo, son desde hace años una farsa destinada a facilitar la financiación encubierta. Los sindicatos necesitan una regeneración profunda de ideas y actitudes, no ocurrencias políticas que deslegitiman las instituciones democráticas y dan patente de corso al «No nos representan», el grito de asalto del 15-M. Si Méndez y Toxo insisten en desviarse por esos atajos que prescinden del Parlamento y conducen a la marginalidad, acabarán alimentando el extremismo de derechas o de izquierdas, tanto monta, que no tardarían en devolverles el favor escupiéndoles a la cara: «Ustedes no representan a los obreros». Y puede que tuvieran razón.
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