Artistas
Leire amor a la soviética
Enamorarse, ese imprevisible, breve e indómito delirio feliz, es para Pajín (según le hemos leído en una entrevista-pop con José Aguado por aquí cerca), una posibilidad que le provoca interferencias en el carné del PSOE: «Podría tener una pareja del PP, aunque me costaría mucho». La señora queda lejos de la gran Arletty, la excelsa cocotte francesa. Acusada de colaboracionismo por tener una aventura con un oficial alemán nos arreó aquello tan fresco de «Mi corazón es francés, pero mi culo es internacional», que desborda el ámbito de la moral, pero puede servir para aliviar las precauciones y los temores de Leire: «Mi corazón es socialista, pero un amor, siempre es un amor». Habiendo echado los dientes bajo una sectaria educación de partido, convertida en la abeja reina de una colmena de grises uniformados, su predisposición a caer rendida ante un «tipo Güemes» o así, es nula: en el dormitorio volarían las enmiendas a la totalidad. Las arbitrarias comisiones de disciplina de los partidos no castigan el emparejamiento con el adversario, pero casi. Y el posicionamiento de Leire ante su relación de pareja se extiende al resto de ámbitos de la vida cotidiana, donde corazones rojos y azules permanecen estabulados, protegiendo una endogamia civil que empeora a la monárquica. Y lo sentimos por Pajín, que está cohibida con estos amores a la soviética y antes de dejarse llevar, se pondría de hinojos ante un retrato de Pablo Iglesias.
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