Cataluña
Crisis y soberanía por J M Ollé Curiel
En 1929 se gestó una de las crisis más importantes de los últimos siglos, la llamada Gran Depresión. Hoy en día, la mayoría de los economistas estamos de acuerdo en que la Gran Depresión de finales de los 20 fue un fenómeno básicamente monetario, mientras que la productividad iba en aumento y los precios tendían a la baja durante los locos 20. Gracias a los inventos tecnológicos de la época –el motor eléctrico, la producción en cadena para los automóviles, etc–, la FED fue aumento la oferta monetaria para combatir la sana deflación causada por los aumentos de la productividad. Esto causó una peligrosa burbuja bursátil que acabó como acaban todas las burbujas desde 1700, recuérdese la de los tulipanes, con un desplome abrupto, y la ruina de una parte de los agentes sociales, incluyendo la banca. Asimismo, la FED cometió un segundo error al no aumentar la oferta monetaria en los años posteriores al 29, en los que ésta declinó un tercio, con quiebras masivas en el sector bancario, lo que agudizó la Gran Depresión. Al ceder España la soberanía en materia monetaria, con la entrada en el euro, el Banco Central Europeo está cometiendo el mismo error, a diferencia de la FED, que ha aumentado vertiginosamente su balance para imprimir dinero, es decir, que ha aumentado la oferta monetaria de manera contundente. Por mandato de Alemania, ha estado reprimido, y ha hecho únicamente algunos gestos de compra de deuda española, como si eso fuera suficiente.
El peligro está en que si esto sigue así, entraremos en una depresión que la sociedad no podrá aceptar. Recordemos que la Segunda Guerra Mundial fue en parte derivada de la hambruna causada en las clases bajas y medias durante la gran depresión. Éstas se radicalizaron en Europa al no poder aceptar su situación, dando paso a los grandes dictadores asesinos de la época, como Hitler. El caso catalán, con una parte de los partidos nacionalistas pidiendo ya prácticamente sin tapujos la independencia, puede muy bien ser un preámbulo de la radicalización que viene. El vía crucis que está viviendo el Gobierno catalán para atender los necesarios pagos en materias críticas como sanidad, etc, tiene mu - cho que ver con la radicalización hacia la independencia. No entro en si es justa o injusta, si sería bueno para Cataluña o no; sólo me limito a describir realidades científicas. Si seguimos por este camino y el Banco Central Europeo no atiende las necesidades macroeconómicas de la zona periférica, existe el peligro inminente de una radicalización de los movimientos políticos y sociales que pueden poner en peligro la paz social que democráticamente hemos ido ganando como sociedad.
Como economista, quizá sí debo afirmar que el asunto de la soberanía o quien tiene el derecho a decidir sobre ciertos elementos en economía, sí tiene que ver con el desarrollo de la crisis. Si España pudiera aumentar su oferta monetaria no tendríamos esta crisis. En primer lugar no habría crisis de deuda, porque podríamos imprimir dinero, véase el caso de UK. Además, devaluaríamos nuestra moneda aumentando la competitividad de nuestros productos. Ahora no podemos y debemos resignarnos a años de deflación dolorosa. Se crearía algo de inflación, que es precisamente lo que necesita nuestra economía para bajar el saldo real de endeudamiento total de familias, empresas y estado, que está en cotas insostenibles y que costará, no años, sino décadas resolver. Los ajustes necesarios que podrían hacer, igual: reforma laboral, restructuración del estado para contener los déficits... Entonces se requiere una responsabilidad y visión importante para poder seguir en el euro por parte de quien tiene hoy en día la soberanía real sobre nuestra política monetaria, es decir, Alemania. Se requiere un esfuerzo histórico para preservar la idea de una Europa unida sin guerras, en concordancia con los escritos de Victor Hugo, ésta era la idea de la Europa del euro. Una Alemania dispuesta a permitir que el Banco Central Europeo haga su labor imprimiendo dinero, incluso sabiendo que eso va a crear inflación en Alemania, lo cual vendría muy bien, porque aumentaría sus importaciones, haciendo el papel de locomotora, el que les corresponde. Asimismo, se requiere una responsabilidad y visión histórica por parte del Gobierno español para entender que cesiones de soberanía hacia Cataluña en materia económica de forma negociada y en la medida satisfactoria para ambas partes sólo puede fortalecer la economía catalana y por ende española, y evitar la radicalización que se observa, que debe preocupar a cualquier economista, sabedor de que la recuperación debe basarse en la inversión y ésta no puede llegar sin paz social y estabilidad macroeconómica. Con el reajuste, ya no sólo en Cataluña, sino los déficits fiscales de las regiones más ricas de España, se asegurarán los recursos para las infraestructuras allá donde más se necesitan, en los polos industriales del Estado español.
Nadie debe dudar que no puede haber recuperación si la radicalización que observamos sigue acentuándose. Imagínense que la confrontación acaba como en Grecia. ¿Creen que sería éste un buen escenario para la inversión? Y si no se soluciona el problema de la crisis, ¿quién duda de que podemos meternos a las puertas del abismo del pasado? Esto es lo que puede ocurrir si los centros de poder con gran soberanía en lo económico no se comportan con visión histórica para evitar el choque social que puede llegar. Hay un tope en lo que una sociedad puede aguantar, y no nos olvidemos de la Historia, que está ahí para aprender de ella y evitar los errores pasados. Por todo ello titulé mi artículo «Crisis y soberanía», como ven, tiene mucho que ver una cosa con la otra. Además, me pareció interesante analizar el paralelismo entre la crisis en Europa con el problema de la periferia y la española con el problema catalán, ambas crisis son muy fácilmente resolubles, sólo se debe leer la historia y tener el coraje de actuar con el liderazgo necesario. No olvidemos que la economía es consecuencia de los procesos sociales, políticos, y a su vez los procesos sociales y políticos son consecuencia de la economía. Es una retroalimentación indisoluble.
J. M. Ollé Curiel
Economista
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