Andalucía

Primero de mayo después de las urnas por Santiago Talaya

La Razón
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Los sindicatos, si no existieran, habría que inventarlos. No he participado, por tanto, nunca en ninguna cacería mediática –que torpe y exageradamente las ha habido– contra unas organizaciones, por lo demás, constitucionalmente reconocidas. Y que tienen razón, a veces de parte o de clase, en no pocos de sus planteamientos.
Ahora bien, en democracia, a cada uno según su representatividad. Porque en las escaletas de radio y televisión o en las páginas de algunos periódicos pareciera que no existiesen más actores políticos autorizados que las grandes centrales sindicales, a las cuales, al fin y al cabo, nadie vota directamente. Y que si forman parte del sistema institucional se debe, en gran parte, al residuo de un concepto de organizacion corporativa del Estado más propia de regímenes predemocráticos. Los sindicatos gozan naturalmente –¡faltaría más!– de todo el derecho del mundo a expresar sus posiciones.
Sin embargo, tan numerosas y reiteradas manifestaciones contra las medidas del gabinete de Rajoy dan la sensación de que olvidan que el pasado 20 de noviembre, es decir, ayer por la mañana, la mayoría absoluta de la sociedad política española apoyó un Gobierno del Partido Popular.
Resulta pues preocupante, la creciente tentación sindical de hacer y de entrar de lleno en política como artificiosa y frozada prótesis de un Partido Socialista capitidisminuido y mermado. Andalucía es, tal vez, paradigma de este fenómeno pues UGT y CC OO no cesan de recordarle a Griñán que la dulce derrota que el PSOE experimentó el pasado 25 de marzo se debió a que las correas de transmisión se tensaron adecuada y oportunamente.
 Y, pese a que el escándalo de los ERE ha puesto también a los sindicatos en posición más que delicada, sin embargo, Francisco Carbonero y especialmente Manuel Pastrana hablan, critican, censuran, advierten y hasta dan lecciones como si hubiesen obtenido dos millones de votos, cuando todo lo más que han logrado reunir en la calle es a sesenta mil personas.
Ellos sabrán lo que hacen. Pero si resulta obvio que la apuesta de la izquierda en el corto plazo es por esta conjunción político-sindical, desde luego, si la economía española creciera de nuevo a partir de finales de 2014 o principios de 2015, entonces, el Gobierno del Partido Popular se habrá cobrado tres piezas gracias a la irresponsable estrategia desestabilizadora de más de uno.