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Un Josep Pla en busca del tiempo perdido

Rafael Nadal evoca la memoria de la infancia en su novela

Un Josep Pla en busca del tiempo perdido
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El periodista Rafael Nadal ha echado la vista atrás para narrar una infancia del todo particular, la suya. Es lo que tiene tener doce hermanos, que hay muchas historias que contar. Con «Quan érem feliços» (Destino), ha ganado el último Premio Josep Pla y se ha reconciliado con la mitología familiar que todos arrastramos dentro en la Gerona de posguerra, durante unos años que se respiraba el fin de una forma de vida.

– ¿Una historia de una familia de doce hermanos no se debe acabar nunca?
–Si ahora hubiese presentado la novela, tendría 100 páginas más. Después de 20 años dedicado a la coordinación y dirección de periódicos, por fin he encontrado tiempo para poder escribir. Soy de los que piensan que no se puede hacer dos cosas a la vez, y cuando diriges un medio de comunicación tus ideas tienen que estar enfocadas a tu empresa.

– ¿Ha cumplido entonces con su sueño de infancia?
– Sí, siempre he sentido debilidad por la escritura. Ahora sigo colaborando con medios, para que no digan que he desaparecido, pero hasta me dan pereza. Lo único que me apetece es encerrarme en casa y escribir.

–¿Cómo es la convivencia en una casa con doce hermanos?
–Muy austera, has de espabilarte, no puedes llorar si nadie te dice algo bonito o no te prestan atención. No probé una Coca-Cola en casa hasta los 20 años. La unión con tantos hermanos es tierna, pero no muy íntima. Si me quiero enterar de lo que hacen, llamo a mi madre y ella me lo cuenta. Es como las amistades que se hacen en un internado. A mis hermanos más pequeños no los descubrí hasta muy tarde.

–¿Quién era el núcleo que mantenía unida a un clan tan numeroso?
–El libro es una reivindicación de las mujeres de la familia, sobre todo de mi madre, que a pesar de tener doce hijos nunca dejó de dar clases hasta que se jubiló y de mi abuela, que era la que se quedaba en casa cuando mi madre estaba fuera.

–Uno de los momentos más difíciles fue su ingreso en un internado...
–No había espacio y era obligado. Recuerdo que a los nueve años mi madre me dijo que a partir de entonces tendría que hacerme la cama y me dejó en coche en el internado. No dejé de llorar. Me gustan las Navidades porque era el momento en que podía volver a casa.


Burguesía de provincias
El libro de Nadal sirve para radiografiar el fin de cierta burguesía de provincias que dejó que murieran sus privilegios. «La burguesía de provincias era muy diferente a la de Barcelona, mucho más austera y severa con sus hijos. Por eso, su fin no fue traumático y sí paulatino, acercándolos a las clases trabajadoras», afirma. Otra de las claves de estas memorias noveladas es el paisaje en una Gerona que recuerda a un maestro, Josep Pla. «Por supuesto que es mi gran referente», asegura el escritor.