Hollywood

Pou seguro servidor de Orson Wells

Steven Spielberg organizó la fiesta sorpresa del 70 cumpleaños de Orson Wells. El anciano aprovechó semejante ocasión para rogar al entonces más que nunca Rey Midas de Hollywood una lismonilla que le permitiera culminar su sueño dorado: acabar su película sobre «Don Quijote».

El actor, caracterizado con los 200 kilos que pesaba el director
El actor, caracterizado con los 200 kilos que pesaba el directorlarazon

El productor le prometió darle una respuesta al día siguiente. Unas horas después, el voluminoso Wells entra en un estudio radiofónico, pero es incapaz de concentrarse en las cuñas sobre laxante y comida para animales que tiene que grabar para sobrevivir. A la una del mediodía, una llamada –sí, la de Spielberg– interrumpe la grabación. Esas horas de espera y la reacción posterior al mensaje conforman «Su seguro servidor», de Richard France, protagonizada por José María Pou y dirigida por Esteve Rimbau, un fanático del creador. «Uno de los principales valores del espectáculo es ver cómo un hombre que a los 24 años había entrado en todas las enciclopedias del cine gracias a "Ciudadano Kane"tenía que hacer el payaso cada día y pasar el platillo para hacer lo que deseaba», cuenta Pou.

Narices y bigotes postizos
El contrapunto se encuentra al otro lado del cristal, en la cabina de sonido, donde un joven técnico se lamenta de que le haya tocado un locutor casi sin voz para unos anuncios que debe entregar a las cuatro de la tarde.

Al actor le ha costado menos que a otros calzarse la envergadura del realizador, pues ya cuenta con 1,95 metros de altura, el resto del volumen para simular los 200 kilogramos de Wells los ha suplido con postizos: «A él le encantaban estas cosas. Cuando actuaba siempre iba con su maletín de pinturas, nunca permitió que le maquillasen. Tenía una colección de narices y cejas postizas que él mismo se hacía». Una vez alcanzado el aspecto físico, a Pou le obsesionó encontrar el tono de un personaje del que existen cientos de minutos de filmaciones, y, en realidad, lo tenía mucho más cerca, en el teatro, pues Orson Wells, en realidad, quiso ser Falstaff. «Durante los ensayos me pasaba las noches viendo sus películas una y otra vez. Un día, delante de ‘‘Campanadas a medianoch'', me di cuenta de que el personaje era aquel anciano que interpretó Wells, que permaneció fiel al joven príncipe, que, al subir al poder, prescindió de él», prosigue Pou. El intérprete está convencido de que Wells, que murió seis meses después de aquel día, sabía que aquella era su última oportunidad.

Esa pasión por el Quijote deja traslucir su obsesión por España, que iba mucho más de lo folclórico: «Presumía de que había visto las corridas de toros antes de Hemingway. Ya a los 18 años se vino a España porque quería ser torero y llegó a debutar, pero recibió dos cornadas y decidió volver a Estados Unidos. Además de en Madrid, descubrimos que había vivido en Barcelona. Contactamos con quien fue su asistenta y nos contó que, a veces, le pedía a las tres de la mañana una paella para cuatro personas que se comía él solo».

Cuando preguntamos a Pou cómo se gestionan dos teatros, uno en Madrid y otro en Barcelona, dirigir obras y simultanear dos montajes como protagonista, nos responde que, como a Orson Wells, le sobra pasión y amor por el trabajo que realiza. Ya dice aquel durante la función: «Qué lastima tener que aterrizar cuando todavía queda combustible».