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No queremos regalos
No esperamos de Rajoy que nos mande turrones a casa, pero sí que jamás nos mienta. Se acabaron los cuentos para niños, que a la larga se han convertido en historias para no dormir. Siempre la verdad.
Tras el «crak» bursátil de 1929, la Gran Depresión estadounidense, tan bien contada por John Steimbeck en «Las uvas de la ira», hizo necesario un esfuerzo psicológico por parte del presidente Franklin Delano Roosevelt, quien utilizó la radio para dirigirse una vez a la semana a sus conciudadanos en las llamadas «Charlas junto al fuego».
Nadie tuvo más audiencia. Les iba desgranando plácidamente los problemas de la nación e iba estibando su confianza en el futuro. A finales de 1982, era tal el entusiasmo por el cambio, que jenízaros de Felipe González se pasaron de rosca y propusieron que Felipe también hablara periódicamente a los españoles apoyado en el quicio de la chimenea. Se olvidaron de que había televisión y ésta carece de la magia imaginativa de la radio. Afortunadamente, todo quedó en nada.
El tren del Partido Popular está entrando en agujas en unos de los pases de página más demorados que se conocen (desde que Zapatero renunció a presentarse) y Marcelino Iglesias, secretario de organización del PSOE, que lo mejor que ha hecho en la vida es desplazar a Leire Pajín, le dice al Gobierno que aún no es que ya se le ha pasado el plazo de carencia y que tiene que concretar sus propósitos.
Como la vieja dirigencia socialista no ha cambiado ni para admitir su derrota, a Mariano Rajoy le quieren sustraer hasta el debate de investidura. Dan por consumidos los cien días de gracia que se otorgan a cada Gobierno y entre ellos sueñan con Rajoy como otro Papandréu, irresponsable del caos, triunfador electoral y desplazado por quienes hundieron Grecia.
Durante la última legislatura hemos recolectado todos los embustes, porque el hombre sólo recurre a la verdad cuando anda corto de mentiras, y ya decía San Juan que amamos más las tinieblas que la luz. Venimos de mucho mentir y de dejarnos engañar: desde el pleno empleo a los brotes verdes y desde la alianza con Obama a la negociación con ETA. Zapatero y su alegre muchachada de progresistas son de los que creen que la verdad mata al político y hay que mentir aunque sea innecesario. El futuro presidente tiene que tener una política informativa de hierro y hacer todo lo contrario de los asesores pisaverdes que han frecuentado el Palacio de la Moncloa para sugerir obviedades y hacer negocios. Ya no vale que los ministerios se contradigan entre sí de un día para otro.
No es decente ni cierto maquillar las encuestas, particularmente las de desempleo; esa ingeniería ordinal es cruel. Todo el que se somete a una rueda de Prensa acepta las preguntas a menos que sean ofensivas. El Ministro Portavoz ha de informar imparcialmente sin privilegiar a los medios afines. El Centro de Investigaciones Sociológicas ha de convertirse en una Fundación que recosa su virginidad, y ha de aprobarse, ya, la Ley de Transparencia.
Trabajo a media ración
Si hasta el Rey se dedica a asustarnos, no esperamos de Rajoy que nos mande turrones a casa, pero sí que jamás nos mienta, que sea el oncólogo que nos diganostica el cáncer con todas las esperanzas y variables que éste ofrece. Se lo pregunté a mi médica: «¿Tú qué haces?». «Estoy obligada a decir la verdad con esperanza aunque mi paciente tenga un año».
El nuevo presidente sabe que este pueblo, como el papel, lo aguanta todo, y se puede desanimar con la falsedad y la incertidumbre, pero no sobre la certeza de que tendremos que trabajar a media ración y con trebejos de pobre. Ello, a más de información para adultos y no cuentos para niños, precisa del acompañamiento de gestualidades. Que Rajoy y Viri no vivieran en La Moncloa estaría bien, pero no será. Peor que el PP se socialice haciendo lo que nunca ha hecho el PSOE: tocar las rentas del capital respecto al trabajo. Habrá también que socializar parte del sufrimiento.
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