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Compromiso con las casas de acogida para enfermos de sida de la Comunidad

El consejero Sáez Aguado conversa con María Gutiérrez, presidenta de Aclad, y con Mercedes Iturralde, directora de la casa de acogida.
El consejero Sáez Aguado conversa con María Gutiérrez, presidenta de Aclad, y con Mercedes Iturralde, directora de la casa de acogida.larazon

Valladolid- El consejero de Sanidad visitó ayer la casa de acogida para enfermos de Sida de Valladolid. Un lugar que gestiona la Asociación Castellano-Leonesa de Ayuda contra la Drogadicción (ACLAD), con la ayuda de las Hijas de la Caridad.

Antonio María Sáez Aguado comprometió su apoyo y el de la Consejería al mantenimiento de este piso y el de los otros dos existentes en Burgos y León con servicios similares, pese a la crisis. «Son proyectos necesarios. Realizan una gran labor de atención y asistencia a personas enfermas de Sida en difícil situación y que no tienen nada en la vida», señalaba el consejero, tras destacar la «impagable» labor que realizan esta oenegé y las Hijas de la Caridad por estas personas. Para la presidenta de ACLAD, María Gutiérrez, el de ayer fue un día que no olvidará. «Es la primera vez que un consejero de Sanidad nos visita en los más de quince años que lleva la casa funcionando», se felicitaba. Orgullosa, anunciaba que están trabajando en la idea de ampliar las instalaciones, y pedía para tal fin la colaboración de la iniciativa privada.

Una gran familia
La casa está situada en la calle Miguel Ruiz de Temiño, junto al vallisoletano Parque de Canterac. Cuenta con 12.000 metros cuadrados de superficie y cuesta mantenerla al año 400.000 euros. Tiene capacidad para once pacientes que se distribuyen en diez habitaciones, una de ellas doble. Dispone de un salón comedor, sala de juegos, aseos adaptados, un estupendo jardín e incluso un gimnasio, en el que los enfermos fortalecen a diario sus músculos y su movilidad, que son dos de los mayores problemas que presentan cuando llegan. «Aunque en un mes se les nota el cambio», explica Mercedes Iturralde, directora de la casa, quien destaca el afecto y el cariño que reciben los pacientes desde el primer día. «Es que somos como una familia». Además, diez personas -siete de ellas a tiempo completo-, entre Hijas de la Caridad, médicos, psicólogos y personal de guardia, están pendientes de los enfermos a diario. Unas personas que se levantan puntuales a las ocho y media. Desayunan, limpian su habitación y se asean. Van al gimnasio, tienen tiempo libre para ver la tele o usar el ordenador, e incluso para jugar un trivial con preguntas sobre la enfermedad. «Saben más que nosotros sobre el sida», señala Araceli Gallardo, enfermera, quien asegura que lo más difícil es la convivencia y el hecho de que tengan que respetar un orden y unas normas. Y es que muchos de estos enfermos han estado en la cárcel o viviendo en la calle y tienen problemas psíquicos. «La mayoría no tiene familia y solo dos de ellos cobran una pensión mínima de 300 euros al mes, por lo que tenemos que darles de todo».

Respecto a la enfermedad en Castilla y León, nuestra Comunidad está entre las que menos incidencia presenta, con 10,8 casos por cada millón de habitantes, frente a los 19,3 de media en España. En lo que llevamos de año se han registrado 21 casos nuevos de sida, la mayor parte por transmisión sexual y no por las drogas como era normal hace veinte años, lo que eleva a 2.946 los casos en nuestra Comunidad desde 1981 cuando se detectó la enfermedad.

 

«Cuando me pongo a correr lo hago como un galgo»
Llegó hace un año y medio al piso de acogida de la mano de su hermano. «Vino muy encogido, encorvado y sin apenas poderse valer por si mismo», asegura una de las Hijas de la Caridad que lo atienden. Pasado el tiempo, «Uti», como así le gusta que le llamen, está feliz y contento en el piso, donde se siente muy querido. A sus 47 años se vanagloria de haber estudiado contabilidad y mecanografía de adolescente. «Me gusta el cálculo mental y es lo que más practico a diario ya que la informática o las manualidades no son lo mío», dice. Reconoce que aún tiene dificultades para desenvolverse en el día a día, «pero si me pongo a correr lo hago como un galgo», bromea, entre risas. «Uti» es uno de los diez enfermos con Sida que habitan en este piso, la mayoría de Castilla y León, aunque hay un portugués que lleva más de 20 años viviendo en Valladolid; un gallego; e incluso una chica joven de color de Guinea Bissau.