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Encantadores de plantas
Investigadores de la Comunidad «domestican» especies autóctonas de la región para reducir su consumo de agua. También trabajan en la creación de variedades madrileñas como la jara y el romero que ahora apenas se usan
MADRID- Con un invierno muy seco y los embalses acercándose a niveles preocupantes, las recetas para ahorrar agua son muchas y algunas, muy originales. Por ejemplo: «domesticar» plantas para que los jardines necesiten menos riego. La Comunidad de Madrid lleva cinco años trabajando en un proyecto que busca trasladar las plantas silvestres a los jardines públicos y privados para ahorrar en consumo hídrico en las zonas verdes.
«El bosque no se riega, pero estas especies viven y están estupendas sin más agua que la que cae del cielo», explica Ricardo Riquelme, gerente del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), donde se «crían» cerca de un centenar de especies silvestres para «domesticarlas» y que se conviertan en plantas de jardín. Por «domesticar», el gerente del Imidra se refiere a conseguir producir semillas o esquejes de estas especies pero adaptadas a las necesidades ornamentales de los jardines, para que se puedan comprar en cualquier vivero.
«El objetivo es lograr una jardinería sostenible con plantas adaptadas a nuestro clima y con las mínimas necesidades hídricas», señala Riquelme. Es decir, en lugar de plantar un césped de Escocia o rosales procedentes de Colombia, escoger una grama mediterránea y distintas especies de jara, madreselva, salvia o romero para crear la combinación de colores y flor que gastan mucha menos agua.
El mayor problema para extender la «xerojardinería» –jardinería en seco– es que ninguna de estas especies se puede comprar, puesto que no hay semillas ni se producen en ningún sitio. Por eso, los técnicos del Imidra han acudido directamente a la fuente de estas plantas: la naturaleza. «Tenemos que salir al campo a buscar las especies que se adapten mejor a la jardinería y allí, además, vemos las distintas variedades que tiene cada especie según el color de la flor o el porte que se pueden adaptar mejor», detalla Juan Ruiz, técnico del Imidra. Así, descubrieron una variedad de romero con flor blanca y botón amarillo.
Una vez en los viveros de Alcalá de Henares o Arganda del Rey, comienza el trabajo de laboratorio para «domesticar» esas especies. «Aceleramos el crecimiento de la planta para obtener cuanto antes un ejemplar que dé flor; también tenemos que obtener semillas, lo que es un trabajo de chinos a veces, o ver si es más fácil y rápido la multiplicación por esquejes», cuenta Riquelme.
Toda esta labor se realiza en invernaderos en los que se trata a las plantas casi como a bebés, con resistencias que calientan su sustrato para que enraicen bien y aspersores que nebulizan los esquejes para lograr las condiciones óptimas de humedad.
En todo este proceso se observa qué variedades crecen mejor con la climatología madrileña y cuáles quedan mejor estéticamente para que el jardín quede bonito. También investigan para hacer cubiertas vegetales y jardines verticales, que, además de ser un buen recurso para decorar y ahorrar agua al mismo tiempo, cada vez están más de moda y son muy útiles para los edificios nuevos que cumplen con las normas de eficiencia energética.
Actualmente este proyecto se encuentra en su segunda fase del desarrollo. Las fincas en las que se «domestica» a las plantas ya han adornado las medianas y laterales de sus caminos interiores con estas especies para ver su comportamiento fuera del invernadero. Aunque todavía no ha llegado la primavera, ya se pueden ver las distintas tonalidades de las flores de los romeros y tomillos así como el distinto porte que tiene cada variedad para adaptarse a cualquier jardín.
Jardín sostenible
«Vamos a crear un jardín piloto para ver cómo se comportan y cuánta agua se logra ahorrar frente a uno con especies tropicales o de climas húmedos», asegura Riquelme. Eso sí, el objetivo no es convertirse en productores de semillas y plantas silvestres «domesticadas» para jardín. «Cuando logremos multiplicar eficazmente las plantas queremos abrir el mercado para que los ciudadanos y las administraciones tenga disponibles este tipo de especies para poder diseñar racionalmente un jardín sostenible cuyo consumo de agua sea mínimo», destaca el gerente del Imidra.
Manos especializadas
Crear un jardín con especies adaptadas al clima madrileño tiene multitud de ventajas puesto que no sólo se ahorra en agua, sino que están adaptadas a los insectos y plagas de la región por lo que no sufren sus efectos tanto como las plantas que vienen de otras latitudes. De hecho, su mantenimiento es relativamente sencillo puesto que sólo necesitarían una poda de limpieza y un simple riego por goteo para mantenerse. Pero, pese a todo, tienen una pega: la poda no la puede realizar cualquiera, es necesario un jardinero especializado. «El problema es que los jardineros están acostumbrados a las especies de siempre y no saben cómo trabajar con las silvestres, aunque estén domesticadas», explica Juan Ruiz, técnico del Imidra. Por eso, cuando se abra el mercado de la xerojardinería gracias a las investigaciones de la Comunidad de Madrid, será necesario, especialmente para las admnistraciones que decidan crear jardines sostenibles, dar unos cursos de formación para los jardineros que se ocupen de ellos. «No puede cuidarlas cualquiera, tiene que saber porque si luego otro día viene otro puede hacer una poda que destruya la planta o, incluso, confundirla con una mala hierba y arrancarla», asegura Ruiz.
ESPECIES «MADE IN» MADRID
Durante la investigación en xerojardinería, el Imidra también ha creados nuevas variedades de algunas de las plantas silvestres para que se adapten mejor al uso en jardines. Así, han bautizado tres nuevas jaras como «Madrid Guadarrama» –Cistus prostratus–, «Madrid Cisneriano» –Cistus Pulverulenthus– y «Madrid Bola del Mundo» –Cistus Hybridus–. También una nueva variedad de salvia y otra de coronilla han sido bautizadas como «Madrid White» –Salvia lavandulifolia– y «Madrid Golden» –Coronilla minima minima– por los colores de las flores que se ha logrado obtener.
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