Crítica de libros
Hace treinta días
Hay personajes que cuando caen, todo el mundo se apresura incluso a negar haberlos conocido, aunque existan evidencias de lo contrario. El caso de Gadafi es paradigmático. Recibido y agasajado por jefes de Estado, de gobiernos, grandes empresarios y grandes personajes, que también perdían el trasero por ir a Trípoli a cumplimentar al dictador. Todo se justificaba por el petróleo y era, en boca de los citados magnates, un hombre fuerte necesario en la zona, que como persona era simplemente un excéntrico. En escasos treinta días es repudiado por todos y hacen lo imposible por evitar que aparezca cualquier relación anterior. Si hubiesen negado hace mucho tiempo a tan poderoso personaje, quizás su caída se hubiese producido hace más de 20 años. ¿Es que no es el mismo terrible dictador que conocemos el que compraba propiedades en Inglaterra, o llenaba de millones de euros la Costa del Sol, o tenía grandes fondos en bancos suizos y de todo el mundo? Hasta hace treinta días a todo el mundo estas operaciones le parecían estupendas y que el fabuloso beneficio del petróleo libio fuese a las manos de Gadafi y su familia era normal. Hay una anécdota que ilustra lo que aquí se escribe. Se ha expulsado a Khamies, hijo del dictador, del instituto de empresas de Madrid. La causa es no haber efectuado unas prácticas. Me cuesta muchísimo creer que el joven libio haya sido un estudiante modelo durante su máster. Seguro que hace treinta días, estas faltas se le habrían perdonado. De haberse aplicado, ya habría recibido el citado instituto presiones gubernamentales y empresariales para no irritar al joven y, mucho menos, a su poderoso papá. Esto nos demuestra que con la verdad y la ética no se va a ninguna parte, aunque claro está, se nos llene la boca a cada momento de decir lo contrario.
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