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Asad oculta la masacre de Homs con la ley del silencio
El silencio es lo único que sale desde Baba Amro después de que el barrio rebelde haya sido retomado por las fuerzas del presidente sirio Bachar al Asad. Su Gobierno denegaba de nuevo ayer la entrada al barrio a la Cruz Roja Internacional, alegando que la zona está plagada de minas y trampas, después de un mes de combates.
Nada se sabe de los miles de civiles que se calcula que siguen en Baba Amro esperando a ser socorridos, pero los activistas denuncian que el régimen quiere ocultar su sufrimiento, así como las barbaridades que podría estar llevando a cabo en el barrio, como represalia por haber apoyado y hospedado a los rebeldes. Ya no quedan testigos del horror allí.
Es evidente, desde hace tiempo, que el régimen quiere evitar que haya otras versiones de los hechos más allá de la oficial. Ayer, los medios oficiales informaban de un «ataque terrorista» con coche bomba en la ciudad da Deraa que habría matado a al menos tres personas y herido a otras 20. Se sospecha que los últimos ataques terroristas que tuvieron lugar en Damasco y Aleppo, bastiones del régimen, causando decenas de víctimas, fueron fabricados. Un cámara de la televisión Al Dunia, cadena privada pero al servicio del Gobierno, aseguró a LA RAZÓN que las explosiones son programadas por el propio régimen: «Los periodistas son avisados con anterioridad para que se dirijan al lugar de los atentados», afirma Yunis al Yusef en El Cairo. El hombre de mediana edad huyó de Siria con su mujer y sus hijos en septiembre, después de haberse dado cuenta de la farsa en la que estaba participando sin saberlo. Al Yusef solía filmar bodas, bautizos y no sabía de política antes de la revolución. Cuando las protestas estallaron en marzo, empezó a trabajar para Al Dunia TV: «Siempre había alguien de las Fuerzas de Seguridad conmigo y mi periodista cuando salíamos a grabar», explica, «nos llevaban a un sitio concreto, nos mostraban un caso aislado y nos contaban lo que había pasado». «Nadie hacía preguntas ni hablábamos de ellos entre los compañeros, había miedo», asegura a este periódico. No fue hasta la ofensiva de Yisr el Shugur (norte de Siria) en junio, cuando empezó a dudar y a entender que el Gobierno fabricaba las noticias: «Vi con mis propios ojos como movían cadáveres –de soldados asesinados por los opositores– de una fosa común a otra». Al Yusef recuerda todavía la fecha exacta en la que presenció la primera gran manifestación en contra del régimen en la ciudad de Idleb y cuando vio por primera vez al Ejército y a las milicias «shabbiha» disparando sobre los manifestantes pacíficos. «Estoy contando sólo el 1% de lo que fui testigo», dijo Al Yusef, asegurando que nadie ha podido ver ni puede imaginar los horrores que están teniendo lugar en Siria. Él tampoco los puede contar, ya que ha sido amenazado de muerte y teme por sus familiares aún en el país. Este desertor de la guerra informativa de Bachar al Asad asegura que la propaganda «no está funcionando» y que el régimen acabará cayendo, pero habrá que esperar aún mucho tiempo.
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