San Petersburgo

Indignados «ma non troppo»

La Razón
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Ante la globalización de los indignados convienen las memorias de Aimée Dostoyevski y su retrato de una descreída San Petersburgo. Los indignados se desgajaban de la aristocracia, querían destruir el sistema y a los sistematizados, las muchachas vivían como prostitutas y los varoncitos perecían fabricando bombas. Empujaron el anarquismo hasta el nihilismo. Abrieron la puerta al sovietismo que los asesinó o envió a poblar Siberia. La indignación europea tras la Gran Guerra también empedró el nazi-fascismo.

Los nuevos tigres de papel son bastante reaccionarios para su edad y condición. No quieren subvertir nada, sino hacer reformas como alevines de burgueses. Entre nosotros, las listas abiertas y la reforma de la ley electoral para finiquitar al señor D'Hont es petición de los más ilustrados ciudadanos de derecha desde que se inició esta democracia. Curioso que nuestros «indignados» no reclamen la resurrección de Montesquieu, asesinado por el PSOE, ni consecuentemente una Justicia independiente para todos. Pidiendo hipoteca por dación se quedan cortísimos porque se podría legislar sobre el desahucio.

Protestan contra la corrupción, pero no piden que el aforamiento sólo sea para hacer política y no negocios. Ni se preguntan cuánto cuesta y quién tiene que pagar la Universidad. No voy a dar ideas; que piensen ellos. Pero los de Sol, y los de Wall Street, no acaban de adelantarnos por la izquierda a los que vivimos la Transición política. Aunque rompan cristales o tomen hoteles, recuerdan a la muchachada socialista que ocupó el poder en 1982: «No vamos a asaltar el Palacio de Invierno; ni siquiera queremos alquilarlo».