La novela del tiempo por Andrés Sánchez Robayna

La desaparición de Carlos Fuentes representa una pérdida extraordinaria para el ámbito literario hispánico y, en general, para la literatura contemporánea. Si hablo en primer lugar del ámbito hispánico es porque el propio Fuentes insistía en la unidad de la cultura de lengua española. Pienso en este momento no sólo en algunos ensayos suyos sobre este tema, sino también en una larga conversación que mantuvimos en Madrid, hace algunos años, en la que hizo un elogio encendido del papel de los intelectuales, escritores y artistas españoles exiliados en México y en otros lugares de Hispanoamérica a raíz de la Guerra Civil española. Aunque todo exilio es penoso, éste había servido, decía, para promover un diálogo cultural que tuvo importantes consecuencias. Entre los ensayos de Carlos Fuentes que más admiro está «Cervantes o la crítica de la lectura», libro que considero una de las piezas ensayísticas maestras.

No hay que pensar sólo en el brillante ensayista y articulista: también en el novelista. Una obra como «Terra Nostra» (otra vez la unidad del mundo hispánico…) se ha convertido en un clásico de la narrativa de nuestro tiempo. Carlos Fuentes se movía bien igualmente, además, en el marco de la novela corta. Pienso ahora en «Aura», o en «Instinto de Inez», una especie de «novela filosófica» que tuve ocasión de presentar en Madrid en el Círculo de Bellas Artes, acto durante el cual mantuve con él un diálogo público del que guardo muy grato recuerdo. Está también el Carlos Fuentes autor de cuentos, aspecto en el que cabría citar, por ejemplo, «Cantar de ciegos», para una de cuyas ediciones más recientes (Madrid, 2001) escribí un breve prólogo.

Si hubiera que resumir en muy pocas palabras su legado, diría sólo: Fuentes o la novela del tiempo. Fuentes o la obra que construyen, a un tiempo, la memoria, la imaginación y la historia.