Castilla y León
Opinión / La cruz de los jóvenes
Hace unos días pasó por Silos la cruz de los jóvenes, emblema de la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid el año próximo. La cruz de los jóvenes es un símbolo en peregrinación por todas las diócesis españolas, que se preparan para tomar parte en ese gran encuentro de jóvenes y menos jóvenes que es toda Jornada Mundial de la Juventud.
La cruz de los jóvenes no es más que una gran cruz de madera desnuda que pasa de mano en mano y de hombro en hombro. Es, en realidad, el símbolo de otro símbolo, de su actualidad perenne. El símbolo de la cruz no es ya demasiado familiar como fijarnos en él. Pero la cruz de los jóvenes, que pasa de mano en mano y de hombro en hombro, no es una cruz cualquiera. No es un crucifijo, esto es, una cruz fija, clavada sobre la pared.
En la cruz fija ya nadie se fija. En España se ha suprimido y se ha restaurado ya varias veces en nuestra historia reciente. Pero los que la han restaurado no han conseguido ponerla en movimiento, esto es, que perdiera esa rigidez que mantiene todo lo fijo y por la que se vuelve fácilmente antipático.
La cruz de los jóvenes, en cambio, es el símbolo de la actualidad y vitalidad que no ha perdido nunca el verdadero símbolo de la cruz.
Es una cruz en movimiento, sin la rigidez del crucifijo. Si los católicos hubiéramos bajado antes el crucifijo de la pared y hubiéramos puesto en cambio, tal vez no se hubiera vuelto presa de las anticlericalismos a los que tan proclives somos. La cruz de los jóvenes, en peregrinación durante estos días por las diócesis castellano-leonesas, es todo un símbolo de la vitalidad que nuestros viejos símbolos han perdido por desidia nuestra.
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