Pensiones
Salarios y productividad
Como los políticos de la UE están lejos, no los vemos aquí hasta en la sopa, y sobre todo no nos fastidian directamente, fantaseamos con que son mejores que los nuestros. En realidad, son todos bastante parecidos, y todos están dispuestos a quitarnos la libertad y el dinero, por nuestro bien. El problema es que su juguete, el Estado intervencionista, intrusivo y redistribuidor, puede romperse si no hay crecimiento, es decir, la legitimidad de su coacción puede verse cuestionada cada vez más por la ciudadanía. De ahí la desesperación de todos los políticos europeos para conseguir que la economía crezca y para no ser vistos como los responsables de los mayores impuestos: de ahí, por ejemplo, el camelo del impuesto sobre la banca, que no hace más que ocultar que los ciudadanos, no los banqueros, van a pagar más. Otro disparate señero es la necesidad de que los gobiernos hagan que los salarios se ajusten a la productividad. Lo que hacen los gobiernos es lo contrario, es subirlos más que la productividad, lo que se traduce en la criatura política progresista por excelencia: el paro. El ajuste entre productividad y salarios es, en realidad, consecuencia inevitable de la contratación libre. Para conseguir este tan ansiado objetivo, crucial para el logro del crecimiento de la economía y el empleo, los políticos tienen que hacer algo aparentemente fácil pero para ellos casi imposible: dejarnos en paz.
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