María José Navarro
Germanizados por María José Navarro
Con esto de la bolsa hecha un asco, la prima de riesgo, el Banco Central Europeo y Estándar and Púrs, estamos todos habla que te habla de economía. Durante los años felices del pelotazo, los temas estrella del chiringuito eran la plaga de medusas, la dieta de la alcachofa y el Mundial. Los del Atleti hablábamos con esa mezcla de desesperación y sorna de los fichajes inexistentes que anuncia cada año la directiva (E'tóo, Riquelme, ya saben) mientras que los de equipos más pudientes comentaban a voces las interesantísimas giras asiáticas de sus ídolos, siempre vencedores contra equipos de nivelazo. Pero ahora hemos cambiado a Shakira y Piqué por Merkel y Trichet, otra pareja con tirón pero con peor tipo, aunque, eso sí, con cintura waka-waka para salir de los charcos dejando mojarse a otros.
La economía manda, españoles en chanclas, y lo que cada día está más claro es que al final se hace lo que dice Alemania. Que Alemania dice que la cosa está fea, baja la Bolsa y todos a leer las páginas color gazpacho del periódico. Que Alemania levanta una ceja al mirar un informe económico de la ministra Salgado, sube la prima de riesgo, esa hija desconocida de nuestra tía de riesgo que se nos ha metido en casa. Alemania dice lo que hay que hacer y los mercados, esos entes mitológicos, se relajan si lo hacemos o se enfadan muchísimo si no. Los alemanes mandan, pues, y esto puede tener consecuencias germanificantes no suficientemente valoradas.
Algunas serán buenas: puede que por influencia alemana nos hagamos más seriotes, más organizados y salgamos de la oficina a las cinco como muy tarde. Puede incluso que nos hagamos más altos, más rubios y comamos pan con pipas de calabaza, que deber de ser algo sanísimo. Pero también hay un reverso tenebroso teutónico. Ojo, que quizá nos dé por llevar siempre sandalias con calcetines, efecto que ya se nota en el bildueño alcalde de San Sebastián (si bien éste salió sin calcetines, que por mucho que quiera no es tan extranjero como dice). Quizá nos dé por cenar paella y llevar sombrero de paja, incluso puede que empecemos a beber esa sangría embotellada en recipiente con forma de racimo de uvas que venden en los aeropuertos.
El peligro está ahí y no hay que ignorarlo, que lo de la Bolsa es grave, pero lo de las sandalias lo es más. Hay algo, sin embargo que nos aleja irremediablemente de Alemania. Envalentonado por el liderazgo económico, un periódico alemán se permitió el otro día criticar el churro. Decían que era grasiento y malsano. El churro malsano, hay que joderse. Es irónico que hable de comida grasienta un alemán, pero además ignoran un peligro cierto: como se entere mi madre de las críticas al churro, se planta en Hamburgo con diez kilos de porras y ríanse Vds. de los disturbios de Londres.
✕
Accede a tu cuenta para comentar