España

Retrato en blanco y negro de un presidente sereno

Socialista por convicción, mallorquín por nacimiento y sentimiento, demócrata desde los genes, europeísta y extraordinariamente abierto al mundo, diputado, ex ministro, futbolista aficionado, profesor y, por encima de todo, abogado.

Sentado relajadamente en un sillón blanco, con la cabeza apoyada en su mano izquierda y las piernas cruzadas... Es el retrato en blanco y negro que recuerda en el Congreso al que fuera su presidente durante once años: Félix Pons, el presidente del "ánimo sereno, casi de flema británica".

Así le definió su sucesor, Federico Trillo, el día en el que Pons descubrió el retrato que Bernardo Torrens dejó para la posteridad, el mismo día en el que el hoy fallecido ex presidente del Congreso se definió así: "somos el tiempo que nos queda".

El retrato es poco conocido. La imagen que los españoles han guardado en su retina de Félix Pons es la del presidente del Congreso expulsando del pleno a los tres diputados de Batasuna -Jon Idígoras, Ángel Alcalde e Itziar Aizpurúa- que acababan de acatar la Constitución con la fórmula "Por imperativo legal, sí prometo".

Era el 4 de diciembre de 1989, la sesión de investidura de Felipe González en su tercera legislatura como presidente del Gobierno y sólo unas fechas después del asesinato del diputado electo de Herri Batasuna Josu Muguruza. La voz de Pons sonó atronadora: "Juan Cruz Idígoras de Gerricabeitia, abandone el Hemiciclo".

Idígoras no lo hizo, continuó intentando intervenir dirigiéndose a Felipe González, y Félix Pons suspendió la sesión cuatro minutos después de haberse iniciado. Meses más tarde, el Tribunal Constitucional daba la razón a los tres diputados de Batasuna y fallaba en contra de la decisión que había adoptado ese día Pons, que acató la sentencia sin dejar de defender, con la misma convicción, los principios democráticos y constitucionales que guiaron toda su trayectoria.

"He vivido cada minuto de esos once años con la convicción de que estaba en un paréntesis de mi vida profesional", declaró en 1996 al volver a ejercer su carrera poco después de la cálida despedida que le rindió el Congreso de los Diputados en el último pleno que presidió, el 27 de diciembre de 1996.

Pons dejó la actividad política en medio de la cerrada ovación que le dedicaron todos los diputados, puestos en pie, al término del último pleno de la última legislatura de Felipe González.

"Se levanta la sesión...y algo más", fue su escueta despedida.
Presidió el Congreso durante la única cuestión de confianza a la que se ha sometido un presidente del Gobierno -Felipe González- en la etapa democrática, durante la tramitación de la primera ampliación de la Ley del Aborto y en el periodo negro para el PSOE en el que afloraban los casos de corrupción en España.

"El Parlamento vive excesivamente de los momentos estelares, y a mí me gustaría más que viviera de la actividad legislativa diaria", afirmaba. Era uno de los hombres más respetados del socialismo, se declaraba abiertamente admirador de Felipe González -"en la historia española, siempre ha visto por encima de los árboles", dijo de él- y defendió incesantemente el papel del Parlamento, aún atacando a los medios de comunicación que le veían antipático, seco y, muchas veces, hostil.

"Ya está bien de decir que el Parlamento no funciona. Eso no es verdad", regañaba abiertamente a los periodistas en la última legislatura en la que presidió el Congreso, en la que sus decisiones provocaban un casi continuo enfrentamiento con el entonces portavoz del PP, Rodrigo Rato.

Pons desapareció de la vida pública en 1996, cuando regresó a su tierra y a su verdadera vocación, la abogacía. Profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de las Islas Baleares, miembro de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, aceptó en contadísimas ocasiones volver a colaborar con su partido, pero sólo con aportaciones de carácter interno. En uno de los homenajes que recibió, declaró que, para él, "vivir fue esencialmente memoria".

La memoria del primer presidente del Congreso de la democracia que pierden los españoles está para siempre guardada en blanco y negro en la Galería de Retratos de la Cámara Baja.