América
Encender el fuego por Marina CASTAÑO
Hay frases que a una le gustaría tener como propias, como la de José Luis Alvite, colega en este periódico, viejo amigo y compañero de vinos en la calle del Franco en Compostela, que hace unos días decía «sólo podría ser feliz al lado de alguien que encendiese fuego frotando bajo la lluvia dos pedazos de hielo», una bellísima metáfora que traigo a esta columna a propósito de cómo motivar a la pareja para iniciar el juego sexual.
Cada persona es un mundo y los tics del individuo son siempre diferentes. Una amiga mía sostiene que todos tenemos nuestro Bolero de Ravel, ¿se acuerdan de la película «10», aquella en que Bo Derek aparecía en todo su esplendor? Aquella música resultaba erotizante y ponía en marcha la maquinaria excitante del cuerpo, desencadenando la danza del sexo para ir alcanzando el éxtasis a medida que el volumen de la orquesta iba ganando en intensidad.
Sí, cada cual nos movemos por distintos resortes, y eso se va averiguando a medida que la pareja va adquiriendo mayor conocimiento el uno del otro. Pero, claro, todos los días Bolero de Ravel puede llegar a aburrir, por eso el secreto está en la innovación, en la improvisación, en la sorpresa, en la ausencia de monotonía, aunque el bolero sea la cerilla que encienda el fuego, ese fuego que se puede conseguir frotando dos pedazos de hielo bajo la lluvia, aún sin contacto de dos pieles, sólo con una mirada, con un gesto o con un quite de capote en medio del ruedo, en una tarde de toros.
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