Crisis del PSOE
Manuel Gracia en Sevilla-Herzegovina
Hay políticos que usan navaja y otros que usan florete. Manuel Gracia usa florete. Manuel Gracia es el presidente de la gestora del PSOE sevillano al que han enviado en misión especial para que saque la bandera blanca entre los cascotes. Manuel Gracia lleva treinta años en esto. Es el decano de la Cámara andaluza, tiene barba de académico, se ha fajado como portavoz parlamentario, puesto del que lo cesó Griñán para poner a un artillero: Mario Jiménez. Pero probablemente no se haya visto en otra misión como la que tiene ahora por delante. Le han encomendado apaciguar la Sevilla-Herzegovina en la que se ha convertido la federación socialista más importante de España, en mitad de un ambiente de detonaciones y misiles tierra aire. Se quieren a tiros los acuartelados en la calle San Vicente y los críticos apostados en las montañas de Sarajevo. Entre Sarajevo y la madrileña calle Ferraz suenan, por cierto, bastante los teléfonos.
Por mucho que se embraguete Manuel Gracia, el que tendrá que lidiar este toro es Pepe Griñán, que es, además de presidente de la Junta, secretario general del PSOE andaluz –el jefe, se supone (Viera dixit)– y el presidente del partido a nivel nacional. Cuanto más tarde en hacerlo, más va a estar en entredicho su controvertido liderazgo. Liderazgo que tiene el pecado original de no haber sido cocinado con la legitimidad del fuego lento, sino a tres minutos de microondas. Griñán se autoproclamó por su cuenta líder del PSOE en octubre de 2009 para forzar la ruptura de la bicefalia con Chaves. En marzo del año siguiente se hizo con las riendas del partido, pese a haber sido hasta ese momento un «outsider» del «aparato», un técnico en la jaula dorada con sillón de cuero.
No le arriendo la ganancia a Manuel Gracia. Como el policía quijotesco de «Irma la Dulce» (Jack Lemmon) se va a chocar contra un muro: «Ser honesto en un mundo deshonesto es como intentar pelar un pollo en contra del viento, que al final te llenas la boca de plumas». Manuel Gracia, en Sevilla-Herzegovina. La bandera va a acabar con más tiros que la bandera blanca de Nápoles.
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