San Sebastián
El olvido del «Espíritu de Ermua» por Carmen Gurruchaga
Las víctimas recuerdan cómo el asesinato del concejal fue la gota que colmó el vaso del hartazgo
El asesinato de Miguel Ángel Blanco resulta difícil de olvidar por lo execrable de la acción. ETA deseaba vengarse ante la frustración que supuso para su estrategia la exitosa liberación de Ortega Lara por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado, tras un interminable secuestro y abandonado para que muriera de hambre. Ante semejante fracaso, la banda terrorista secuestró a un joven concejal de Ermua del PP, cuando bajaba del tren para dirigirse a su puesto. Pero no era una privación de libertad como las anteriores, sino un asesinato con formato de secuestro, pues los terroristas dieron al Gobierno de José María Aznar 48 horas para que acercara a las cárceles vascas a los presos de la banda. Algo imposible de llevar a cabo, y no sólo por la convicción del Ejecutivo, sino porque los miembros del comando, que durante 48 horas torturaron sádicamente al edil, estaban incomunicados, motivo por el que la contraorden no podía haber llegado jamás a quienes debían quitar la vida al joven militante del PP. Nunca antes la organización terrorista vasca había actuado con tanta saña, pues si viles han sido todos sus asesinatos, a éste se le añade la alta dosis de tortura.
El modus operandi es similar al de los nazis en «El Pasaje», una película protagonizada por Anthony Queen, que hacía de vasco bueno cuyo fin era salvar a un profesor francés de los alemanes. El jefe de las SS, cada vez que cazaba a un francés de la resistencia, lo torturaba durante dos días antes de matarlo. Pues lo mismo hizo «Txapote» con Miguel Ángel Blanco. Y cuando por fin, en un descampado le obligó a arrodillarse para darle un tiro en la nuca, lo dejó malherido.
Aún con vida fue trasladado al hospital de San Sebastián, donde falleció en la madrugada del 13 de julio. Tanta maldad encontró una contundente respuesta ciudadana, conocida como el «Espíritu de Ermua», que supuso una momentánea derrota política para ETA.
Las calles de las principales ciudades de España, incluidas las del País Vasco, se abarrotaron de personas que, emocionadas, indignadas y soliviantadas dijeron ¡Basta ya!, exigiendo la desaparición de la banda sin concesiones, sin diálogo y sin negociación. La derrota del terrorismo, ni más ni menos.
Pero 15 años después aquel espíritu ha desaparecido, porque el nacionalismo peleó para que el PSOE de Zapatero negociara con ETA contrapartidas políticas. Y lo consiguió. Y ganó.
Hoy en el País Vasco los balcones tienen carteles reivindicativos a favor de los presos, el brazo político de la banda terrorista ha vuelto a las instituciones y tras las próximas elecciones autonómicas de 2013, el Parlamento de Vitoria tendrá, probablemente, una amplia mayoría nacionalista.
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