Crisis económica

Huelga inútil en la Educación

La Razón
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La izquierda sindical y política se somete hoy a otra prueba sobre su deteriorada capacidad de convocatoria con una huelga unitaria en la enseñanza pública que afecta desde las universidades a las guarderías. Los convocantes se movilizan en principio contra los ajustes del Ministerio de Educación, que contempla una contención del gasto de 3.000 millones de euros para cumplir con el objetivo imprescindible del déficit público. Pero es evidente que estas organizaciones, con los sindicatos de clase, el PSOE e IU a la cabeza, persiguen otros objetivos, entre los que figura, por encima de todos, el desgaste del Gobierno, y no tanto una rectificación de los planes de contingencia del departamento de Wert, que saben imposible. La izquierda ha trasladado la oposición a la calle y ha minimizado su labor en el Parlamento. Y este paro forma parte de esa dinámica. Los datos son evidentes y hablan no sólo de un récord de horas de huelga en el sector de la enseñanza, en el que cada comunidad se dejará por el camino 34,2 horas lectivas de media hasta el verano, sino de que las horas de trabajo perdidas en todos los ámbitos por paros se han triplicado, hasta alcanzar más de 16,5 millones en el primer trimestre del año respecto al mismo periodo de 2011. Parece difícil objetar que ese nivel de conflictividad contra un Gobierno que apenas ha comenzado su andadura sólo puede deberse a una estrategia muy definida por parte de una izquierda que aún hoy vende el espantajo de la oposición útil y constructiva. Cabe esperar que el legítimo derecho a la huelga se ejerza por los cauces legales establecidos, sin coacciones ni amenazas. Los precedentes y algunos pronunciamientos de representantes de ciertos movimientos estudiantiles no invitan a la tranquilidad, sino más bien a todo lo contrario. Cometerían un grave error si la jornada quedara marcada por alteraciones del orden público. Entonces, la responsabilidad política de una izquierda, que lleva semanas calentando las calles, estaría más que clara. Es inobjetable, sin embargo, que quienes secunden el paro y las movilizaciones ejercerán un derecho, como lo harán todos los que pretendan desarrollar una jornada normal en los centros.
Los convocantes de la huelga contemplaron con pasividad durante los últimos siete años de gobierno socialista cómo nuestros índices de fracaso escolar se disparaban (30%) y la merma de la calidad era imparable (nuestros alumnos están por debajo de la media de la OCDE) con presupuestos cada vez mayores. El sistema educativo necesita trabajo, esfuerzo, sacrificio y responsabilidad por parte de todos. La huelga será inútil porque los ajustes no son un capricho sino una necesidad para salvar el sistema, optimizar los recursos y preservar la calidad desde la eficiencia económica. La izquierda, sin embargo, pretende prolongar el fracaso y la frustración, pero está condenada a otro fiasco.