España

Que se besen

La Razón
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No se puede decir que Zapatero es un político desagradecido. Lo demostró el jueves con sus muestras de afecto al portavoz del PNV, Josu Erkoreka. Fue tan excesivo que desde la oposición gritaron irónicamente «¡Que se besen! ¡Que se besen!». La ocasión lo merecía, porque tras recibir una cumplida dote, la fidelidad de los nacionalistas vascos no tiene parangón. Su benefactor les ha llenado de mercedes. No hay que sorprenderse que ahora sean mejores amigos cuando no hace demasiado tiempo las relaciones eran manifiestamente mejorables. La prodigalidad presidencial contrasta con la cicatería con Madrid. Gallardón no se esperaba el portazo, aunque es coherente con la marginación presupuestaria que recibe la comunidad. Es una situación tan injusta como incomprensible, salvo en una clave estrictamente partidista. Zapatero se equivoca si cree que asfixiando a la capital de España y marginando a la comunidad conseguirá modificar los malos resultados que obtiene su partido desde 1989. En cualquier caso, Rajoy lo podrá corregir cuando sea presidente del Gobierno en 2012.