Grecia
La cultura y la cuchara por José Luis Alvite
Al margen de los análisis sesudos de los politólogos, y con independencia de que sea recomendable la prudencia, lo cierto es que en Grecia las elecciones las ganaron a medias el desencanto, el desconcierto y la miseria, es decir, la desesperación vital de las capas populares. De nada sirve el ejercicio de la razón, cuando de lo que se trata no es de que millones de ciudadanos dispongan de una buena educación pública o de una sanidad universal y gratuita, sino de tener algo que llevarse a la boca. Al pueblo llano se le puede pedir colaboración y sensatez, es cierto, pero sólo en circunstancias normales, no como en el caso de Grecia, donde millones de personas parecen haberse dado cuenta de que la lucidez mental sirve de poco en la circunstancia extrema del hambre, cuando lo que el ser humano echa de menos no es la erudición onanista y anestésica del hombre culto, sino el coraje bestial y alucinado que se necesita para correr a las cuadras y disputarles la comida a los cerdos. ¿Acaso cree el sesudo politólogo que al hombre hambriento puede exigírsele sensatez personal y responsabilidad social en un momento en el que el paro se generaliza, los ricos forran de visón sus gatos y ni siquiera tiene segura su comida el cabrón del buitre? El reventón electoral de Grecia es el último aviso antes del estallido social que se lleve por delante las ideologías y sustituya a los pensadores por los matones, que es lo que ha ocurrido históricamente cada vez que los políticos ignoran que no podemos esperar al hombre que razona si antes no nos detenemos a pensar en el hombre que no come. Y así seguirá siendo mientras nos gobiernen los teóricos y los pusilánimes e ignoremos que en situaciones como la actual, además de con un libro, al pueblo llano hay que inculcarle las ideas con una cuchara.
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