Champions League

Turquía

Özil disimula el pasito «p'atrás» (2-2)

Mesut empata en el 89 gracias a la colaboración del portero alemán, el más flojo del Borussia

El centrocampista alemán del Real Madrid, Mezut Ozil (d), celebra con sus compañeros, Xavi Alonso (i) y el ghanés, Essien, el segundo gol del equipo madridista
El centrocampista alemán del Real Madrid, Mezut Ozil (d), celebra con sus compañeros, Xavi Alonso (i) y el ghanés, Essien, el segundo gol del equipo madridistalarazon

MADRID- Antes de empezar, dos porterías en cada área, como en cada partido del Bernabéu. Es una norma, no una demostración de previsión ante el Borussia de Dortmund, el equipo que en la semifinal de la Liga de Campeones del 1 de abril de 1998 pidió al árbitro la suspensión del encuentro por la barbarie de los Ultrasur, que derribaron la de su fondo. Catorce años después, sin contratiempos, Cakir ordenó el comienzo, tras comprobar el excelente estado del césped, una alfombra, y de escuchar a Plácido Domingo por megafonía. Luego, la serenata la dieron los alemanes, un equipo atrevido el de Klopp, que se llevó un punto y al que el Madrid de Mourinho hace mejor porque no sabe cómo jugarle; de ahí el pasito «p'atrás», y gracias a que Özil firmó el empate a dos en el 89.

Mourinho no sorprendió con la alineación, insiste con Modric en el doble pivote, junto a Xabi, de nuevo en liza, y con Arbeloa en el lateral izquierdo. Klopp utilizó el once de gala y bajó al campo la marea amarilla de la grada, donde cerca de 10.000 alemanes se comían el Bernabéu. Abajo, sólo once, ordenados, disciplinados, correosos, un incordio que exigía la excelencia madridista, inadvertida casi todo el partido.

Si en el Westfallenstadion atacó Klopp por la derecha, en el Bernabéu optó por la izquierda y Grosskreutz, con ayuda de Lewandowski, se convirtió en la pesadilla de Sergio Ramos. Dos veces entró por ahí el Borussia y dos despejes de Casillas, muchísimo más concentrado que sus compañeros. La ocasión de Higuaín a los dos minutos, cuando el meta alemán se jugó el pellejo para evitar el gol, fue un espejismo, a tenor de lo que vino a continuación.

Tres hombres de amarillo en la salida del balón, presión constante, ni un milímetro de espacio; sufre el Madrid. Alonso, impreciso, como Modric; Di María, aislado; Özil entrega en profundidad, pero no acompaña, le falta el aire. Agotamiento precoz, o atroz. Higuaín interviene de año en año, se despista y se lesiona. El Borussia sabe mejor lo que hace y a lo que juega, ha tirado dos veces a portería con peligro; el Real Madrid, casi una… Hasta que sucedió lo previsible. Lewandowski ganó el salto a Pepe, cedió de cabeza a Reus, que dejó tirado a Arbeloa, y con un disparo excepcional batió a Casillas. A la tercera, la vencida.

Cristiano guerreaba por su cuenta, deambulaba de una banda a otra y erraba el pase. Era una muestra más de la desolación que embargaba a su equipo, no obstante, preñado de talento. Cuando peor estaba, contra las cuerdas, Özil acertó con un centro y Pepe, con un remate de cabeza. Se reivindicaba el Madrid con casi nada e intentaba deshacerse del encefalograma plano que los alemanes le diagnosticaron. Pero no podía, estaba roto y los relámpagos no le servían. Desajustado, recibió el segundo mazazo casi calcado al primero; Lewandowski saltó más que Varane, tocó de cabeza hacia atrás y Götze se filtró entre la defensa para, casi al alimón con Arbeloa, sorprender incluso a Casillas. Quedaban 45 minutos para desmontar el drama, y al Borussia, crecido, valiente, con el desparpajo de un juvenil y el cerebro de un avezado profesional.

En el descanso se quedaron Higuaín y Modric en el vestuario. Callejón, a quien de salida anularon un gol por fuera de juego que no lo parecía, y Essien los relevaron. El empate hubiese sido una inyección de moral. Pero no fue una mejoría notable porque si juegas como un gladiador no puedes ser general, y el Madrid carecía de cabeza, temple y poso, de ahí la sustitución de Arbeloa por Kaká. Un defensa menos y un creador más en busca del milagro. Porque una cosa es salir con el cuchillo entre los dientes, como los jugadores de Mourinho, que luchan y bregan, y otra, avanzar y dominar con un plan de ataque diáfano, no con un fútbol a trompicones.

En el Madrid no hay combinaciones sino ataques desesperados, latigazos, tan certeros como el de Özil –menos mal que Cristiano no tiró la falta–, avalado por el portero, que «vio» cristales en el suelo. El 2-2 acerca al equipo de «Mou» al objetivo, casi tanto como el Ajax y el City, más aliados que adversarios.



-- Ficha técnica:

2 - Real Madrid: Casillas; Ramos, Pepe, Varane, Arbeloa (Kaká, m.77); Xabi Alonso, Modric (Essien, m.46); Di María, Ozil, Cristiano e Higuaín (Callejón, m.46).
2 - Borussia Dortmund: Weidenfeller; Piszczek, Subotic, Hummels, Schmelzer; Kehl, Gundogan (Perisic, m.80); Reus (Bender, m.74), Gotze (Leitner, m.90), Grosskreutz y Lewandowski.
Goles: 0-1, m.28: Reus; 1-1, m.35: Pepe; 1-2, m.45: Arbeloa, en propia puerta. 2-2, m.89: Ozil.
Árbitro: Cuneyt Cakir (Turquía). Mostró tarjeta amarilla a Grosskreutz y Hummels, del Borussia Dortmund.
Incidencias: encuentro de la cuarta jornada del Grupo D de la Liga de Campeones disputado en el estadio Santiago Bernabeu ante unos 76.000 espectadores.