Cantabria
Antón completa la fiesta
El ciclista del Euskaltel se impone en solitario en Bilbao / Cobo controla los ataques de Froome y sigue de rojo
BILBAO- La rabia contenida durante tres semanas le estallaba a Igor Antón por las costillas que se le marcaban por debajo del maillot. Gritaba en el podio, saludando como un torero a su afición, que esperaba un momento como ése desde hacía 33 años. Igor se cansó de sufrir en esta Vuelta, de penar cuando la carretera se empinaba y de ver a los mejores, a los que debían estar detrás de él, muchos segundos por delante. Pasaba dos veces por su casa la carrera al ascender el puerto de El Vivero. Una motivación enorme para dejarla pasar. «He intentado disfrutarlo», reconocía después. «Puede que esto suceda sólo una vez en la vida».
Y disfrutó, sobre todo en el segundo paso, cuando ya marchaba solo por delante, con el único objetivo de sacar la distancia suficiente a Bruseghin en el alto para que no le alcanzara en el descenso. «Merece la pena sufrir lo que he sufrido en esta Vuelta», confesó en la meta. «Nunca había ganado en una fuga, es otra forma de ganar, muy bonita, pero sobre todo por estar en casa», explicó. «Ya dije que era una etapa preciosa. Y lo ha sido. Había que llegar a Bilbao y no sé de dónde he sacado fuerzas. Tengo que dar las gracias a Verdugo, a los amigos que han pintado mi nombre en la carretera. Merece la pena sufrir lo que he sufrido».
Gorka Verdugo, su compañero en el Euskaltel, se había escapado con él en el kilómetro 29. A su lado marchaban Bruseghin y Dyachenko. Todavía no había entrado la Vuelta en el País Vasco, quedaban 129 por delante. Igor ya fue primero en el Puerto de las Muñecas, en el límite de Cantabria con su tierra. Quedaba terreno todavía para viajar acompañado.
Se marchó en el comienzo del segundo ascenso a El Vivero. Casi al paso por su casa. Comenzaba el sufrimiento verdadero. La alegría verdadera. En el puerto, Froome, el aspirante, quiso robarle protagonismo. Fue el único momento en que intentó despegarse de Cobo. Wiggins había puesto el ritmo en el grupo de los favoritos y el africano atacó en los últimos metros del puerto. Cobo, pegado a su rueda, no le dejó marchar. «Queda un paso, reconoce el líder, pero hay que darlo. Tenía que estar pegado a él como una lapa», dice. Y lo hice.
«Imagino que nos seguirán atacando, por eso tengo que estar delante», advierte. Al Sky le quedan las bonificaciones para atacar al maillot rojo. Cobo y su equipo consiguieron salvarlo ayer. En el primero, por las ansias de Purito de conseguir puntos para su maillot verde y el trabajo de su amigo David de la Fuente. En el segundo y en la llegada, gracias a Igor y su escapada.
Insiste Antón en que no tenía esta etapa marcada, que su ilusión era llegar a Bilbao vestido de rojo. Pero no había mejor imagen del imagen del regreso de la Vuelta que Igor ganando en la Gran Vía. «Te lo dije, te lo dije», gritaba Jaime Mir, el bigote del ciclismo español a Jesús Aizkorbe, el jefe de prensa del Euskaltel. «Te lo dije», y se rompía las manos aplaudiendo.
Como todo Bilbao. Porque Igor estaba en casa, la carrera discurría por un camino que ha recorrido cientos de veces. Un recorrido grabado en su memoria al que ayer añadió un poco de color: «Si cierro los ojos me acuerdo de todos los momentos de este día».
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