Literatura

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Los burros no vuelan

La Razón
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No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír. Los que no llevan las riendas de sus vidas acaban siendo víctimas de la estupidez que conlleva el tontismo, el victimismo, el pretendismo, como sucede en el cuento «El traje del emperador». La percepción de la realidad y criterios propios basados en la recogida y análisis de datos, aderezado de intuición y sentido común, fomenta el discernimiento, evita la mediocridad y el servilismo. Cuando tenemos en cuenta nuestra opinión y nos tomamos en serio aquello de «las cosas a veces, no son lo que parecen», nadie nos la da con queso. Las apariencias engañan. Sólo los entrenados en distinguir lo falso de lo verdadero detectan, con la velocidad de un rayo, a los estafadores. Si el «emperador» hubiese tenido una autoestima y un sentido común saludables, creído en sí mismo, confiado en sus capacidades, y hubiera sido un líder, no habría caído en su propia trampa. Errores de liderazgo. Cuando alguien desconoce su valía y se apoya en exceso en el criterio de los demás, opta «quedar bien con los otros en vez de con uno mismo», es «políticamente correcto», acaba creyendo que «los burros vuelan». No creas todo lo que te cuentan políticos, libros de pseudoautoayuda, gurús de moda, o Club del Redil. Nadie es capaz de tejer trajes invisibles. Déjate de cuentos, y ante cualquier situación, practica el preguntarte «¿hay algo que no cuadre en esto (persona, situación...)?».