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Japón recuerda el tsunami y se prepara para la próxima tragedia

Hace hoy un año, los japoneses amanecían confiados en su admirable organización social y en su superioridad tecnológica. Algunos pueblos costeros del noreste, arrasados una y otra vez a lo largo de la historia por maremotos cuyas descripciones aparecen ya en los relatosépicos del siglo IX, contaban con que los enormes muros de piedra y las gigantescas compuertas construidas frenarían el próximo tsunami.

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Japón recuerda el tsunami y se prepara para la próxima tragedialarazon

Sus habitantes estaban orgullosos de una planificación urbana organizada para huir del avance del mar, dotada de vías de escape y cuyos planos situaban escuelas y residencias en las colinas para que nunca pudieran ser engullidas por el agua. Su sofisticado sistema de prevención, además, era estudiado por expertos llegados de otros países. Uno de esos grupos de ingenieros, proveniente de Indonesia, abandonó la prefectura de Iwate la noche antes de la catástrofe. Si hay una nación capaz de vencer al mar, concluyeron de camino a casa, es la japonesa.

Un año después, la nación del Sol Naciente rememora su peor tragedia desde la II Guerra Mundial consciente de su vulnerabilidad y pensando, nuevamente, en cómo minimizar los riesgos de cara al próximo desastre. Entre otras transformaciones, el país ha pasado de ser uno de los más optimistas frente a la energía nuclear a convertirse en el principal defensor del "apagón atómico".

Los sociólogos advierten cambios a todos los niveles. Por ejemplo, se ha producido un aumento vertiginoso del activismo y el voluntariado social, así como de las donaciones a causas humanitarias. La población se ha replegado también sobre la vida espiritual: crece la asistencia a templos e iglesias, al tiempo que se disparan los registros de matrimonio y las cuentas de las agencias para buscar pareja.

Las ventas de libros sobre religión, autorrealización y vida interior también han experimentado picos históricos, al igual que objetos y servicios de lujo, tales como los balnearios de cinco estrellas y las botellas de costoso champán europeo con las que brindar por el "Carpe diem".

Situado en pleno Cinturón de Fuego del Pacífico, Japón se ha rehecho una y otra a lo largo de su historia de todo tipo de desastres naturales que, en pleno siglo XX, destruyeron por completo ciudades como Tokio o Kobe. La propia cultura nipona está marcada por la angustia ante azote de la naturaleza, que empapa la pintura, la escultura, el cine, e incluso el "manga". Muchos japoneses, especialmente en zonas calientes como la Bahía de Tokio o en Kansai, están convencidos de que a lo largo de sus vidas experimentarán una gran tragedia, quizá la destrucción de su capital.

Otros pueblos del Cinturón de Fuego, como el indonesio, reaccionan con fatalismo a un entorno natural lleno de peligros: lo que tenga que pasar, pasará. Los japoneses, sin embargo, intentan aprender de cada tragedia: afinando las predicciones e incrementando los esfuerzos. Con la idea de minimizar daños, sus universidades tratan de determinar ahora dónde y cuándo cabe esperar la próxima desgracia.

La Universidad de Tokio cree que existe un 50 por ciento de probabilidad de que un gran seísmo sacuda la capital en los próximos cuatro años. El Gobierno rebaja el peligro a un 10 por ciento, mientras que otras instituciones lo elevaron por encima del 70. "Éste es un momento de enorme dinamismo geológico y Japón está situado en una zona especialmente peligrosa", resume a LA RAZÓN Yang Yong, investigador independiente y autor de varios libros sobre movimientos sísmicos en Asia.

Simulaciones para calcular los muertos

La Agencia de Prevención de Desastres ha desarrollado incluso simulaciones para determinar cuánta gente moriría y cuántos edificios quedarían dañados, introduciendo variables como la magnitud y localización del terremoto, la velocidad del viento y el horario. Un terremoto de magnitud 7.5 con epicentro en Tokio, dicen, acabaría con la vida de miles de personas y destruiría medio millón de viviendas, la mayoría pasto de los incendios.

En la capital se ha pedido la colaboración de restaurantes y bares para almacenar alimentos, reservas con las que afrontar la emergencia si queda cortada la cadena de distribución. Y los simulacros, obligatorios desde hace años, se han intensificado. "Ahora tenemos en casa y en la oficina el kit necesario con linterna, casco y todo lo demás", explicaba una vecina de Tokio. Uno de los asuntos que más preocupa es que vuelvan a verse afectadas las centrales nucleares, que son peligrosas aún estando inactivas.

Un reciente estudio de la Unión Europea de Geociencias (EGU) analizó datos de 6 mil sismos para concluir que el próximo de gran impacto podría producirse otra vez en Fukushima. Además de la planta dañada, hay varias centrales más, todas en un radio de unos 200 kilómetros alrededor de la capital. La nuclear es ahora una más que sumar a la larga lista de maldiciones que se ciernen sobre Japón.