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El pirómano critica al bombero

La Razón
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Es perfectamente comprensible el alud de reacciones, algunas de ellas negativas, que ha suscitado la subida de impuestos y el recorte del gasto acordados por el Consejo de Ministros del pasado viernes. A fin de cuentas, a ningún contribuyente le agrada pagar más a Hacienda y tampoco es un plato de gusto afrontar los rigores de la austeridad. Lo que no se acierta a comprender, sin embargo, son las críticas viscerales con que se ha despachado la izquierda, en especial el PSOE por boca de su presidente parlamentario, Pérez Rubalcaba. Para ser un partido que ya subió los impuestos hace dos años y que en la campaña electoral insistió en la medida, es una incongruencia que ahora la critique. Además, ¿desde cuándo subir el IVA es más «progresista» que incrementar progresivamente el IRPF? Lo mismo cabe decir de los recortes: no parece que sean precisamente los socialistas, autores del mayor recorte social de la democracia, los más autorizados para atacar un plan de austeridad bastante razonable y sin concesiones demagógicas. Antes que nada, Rubalcaba debería reconocer que si Rajoy se ha visto obligado a tomar medidas excepcionales y no previstas es porque el PSOE ha dejado unas cuentas públicas excepcionalmente malas y sin previo aviso, por no decir deliberadamente ocultas. Y dice muy poco en su favor que el portavoz socialista culpe a las comunidades autónomas del desaguisado, cuando es el Gobierno central el que debe velar por el cumplimiento de los compromisos con Bruselas. Si el anterior Gobierno hubiera hecho los deberes y no hubiera trapicheado con la financiación autonómica creando un sistema caótico, electoralista y ruinoso, las cuentas del Estado no tendrían hoy una desviación de 20.000 millones de euros que es urgente e inexcusable corregir. Urgente porque los mercados no esperan ni se fían de los buenos propósitos; e inexcusable porque se trata de un compromiso con nuestros socios europeos y en ello nos va la credibilidad y la confianza de nuestra economía. Además, la izquierda ha obviado un aspecto muy relevante del plan de choque, como es su carácter transitorio. Al ponerle una fecha de caducidad de dos años, el mensaje que se transmite es nítido: a partir de 2014 España consolidará su recuperación económica, creará empleo de forma sostenible y saneará las cuentas públicas, razones todas ellas que permitirán relajar la presión fiscal y aumentar el gasto. Así parece entenderlo Bruselas, que ha aplaudido las medidas de Rajoy. No se les pide a los socialistas que se sumen con ardor al aplauso europeo, pero sí que actúen con coherencia y responsabilidad para resolver el grave problema que ellos mismos crearon. Si lo que se quiere es apagar el incendio cuanto antes, la primera obligación del pirómano es no entorpecer al bombero.