España
Juegos españoles por José María Marco
Hace bastantes años me encontraba en unos grandes almacenes de Madrid, desaparecidos desde entonces. Estaba, más precisamente, subiendo las escaleras mecánicas. De pronto la megafonía anunció que Barcelona acababa de ser elegida como la sede de los Juegos Olímpicos de 1992. Sin duda éramos más inocentes y todavía no captábamos el significado de ciertos procesos que ya estaban en marcha… El caso es que todo el mundo estalló en aplausos y en exclamaciones de alegría.
Hoy la candidatura de Madrid a la sede de los Juegos Olímpicos de 2020 no tiene buena prensa. El despilfarro de los poderes públicos durante tantos años ha desacreditado de raíz la celebración de acontecimientos de esta índole. Sólo pensamos en los gastos y en los chanchullos. Y tal como está la situación, parece claro que no estamos para festejos.
Sin embargo, deberíamos ver todo este asunto con una perspectiva un poco más amplia. Por mucho que España esté mal, se están dando pasos importantes para iniciar la recuperación. No parece del todo descabellado pensar que para 2020 la situación será distinta. Además, en algún momento habrá que empezar a rentabilizar el gasto en infraestructuras que se ha hecho en nuestro país, en particular en Madrid. Si es verdad, como dicen los informes oficiales, que está construido más del 70% de las instalaciones y las infraestructuras necesarias, más valdría aprovecharlas.
Los Juegos Olímpicos, además de una fuente de gastos, son también una oportunidad. Un acontecimiento con tal repercusión global plantea un desafío en todos los terrenos, desde el puramente deportivo al mediático. Ahora que tanto se escucha, como si fuera un desastre, que los españoles tienen que irse al extranjero, esta podría ser la ocasión de hacer algo importante aquí, en nuestro país. También se podrían ensayar fórmulas de gestión no estatales: si las grandes empresas y las grandes marcas siguen queriendo colaborar con los Juegos Olímpicos, por algo será.
Madrid, por otra parte, tiene una vocación global que los Juegos Olímpicos corroborarían de forma definitiva. El desafío, en este aspecto, es fascinante y debería incitar a los responsables a hacer de Madrid un polo de atracción global para la inversión, los negocios y el dinero. Habrá que seguir invirtiendo en bienes públicos, por supuesto, pero con cabeza. El reto va más allá de la capital. Unos Juegos Olímpicos en España no ofrecen sólo un escaparate inigualable. Dan sentido a la dimensión nacional, tan maltrecha en nuestro país. El deporte siempre ha sido un acicate para aunar voluntades y si consiguiéramos comprender que dependemos de nuestros compatriotas y que hay cosas que necesitan de la cooperación de todos saldríamos antes de la crisis.
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