Sevilla
El día de la raza
Tengo una madre italiana y un padre francés. En la parentela, por ambas ramas, está representado todo el espectro político. Desde comunistas prosoviéticos de Marchais a neofascistas de Fini, todos tienen algo en común: ninguno reduce la cuestión nacional a un debate ideológico ni discute sobre la propiedad de los símbolos. En la América hispana, un subcontinente más complejo étnicamente que el nuestro pero con menos complejos en lo ligüístico, aún se denomina al celebrado ayer el Día de la Raza y por supuesto que nadie habla castellano, sino español. A Rubén Darío se le pueden aplicar tres adjetivos que lo separan del cliché de facha cavernario: nicaragüense, borracho y libertino. Sin embargo, compuso una oda a las «ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda...». En Sevilla, le cambiaron el nombre a la Avenida de la Raza para ponerla en plural, como si estuviera también dedicada a los bantúes, y convirtieron el 12 de octubre en un festivo inconcreto en el que ni siquiera se presume de la epopeya del Descubrimiento, en la que tanto tuvo que ver esta ciudad. ¿Es que nada nos une a las crecientes comunidades peruanas, colombianas o ecuatorianas que viven y trabajan entre nosotros? En fin, ya celebraremos Halloween dentro de dos semanas.
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