Egipto
Alhucemas acusa al régimen de instigar a los saqueadores
«Estaban organizados, querían reventar la manifestación», dice la disidencia n Calma tras los disturbios del domingo
Alhucemas- La calle Mohamed V es un hervidero de gente a las cinco de la tarde. No es raro. Es la hora de las compras. Lo que choca más es que los transeúntes, todos prácticamente sin excepción, se paran y miran hacia arriba, como si un ovni estuviera a punto de aterrizar en esta tranquila ciudad mediterránea.
Los habitantes de Alhucemas siguen mirando incrédulos, dos días después, los destrozos que causó la horda de invasores que aprovechó la convocatoria de la manifestación del 20 de febrero para sembrar el terror durante varias horas. «Estaban organizados», cuenta Mohamed, el dueño de una pastelería que se salvó de la destrucción. «Se iban preguntando entre ellos ‘¿qué atacamos?, ¿dónde vamos?'». Entonces, ¿estaban dirigidos por alguien? Mohamed no lo duda: «¡Claro!». ¿El Gobierno? «No sé, digamos que el poder, pero quien fuera tenía interés en reventar la manifestación».
Además de un hotel y dos bancos, los saqueadores arrasaron una tienda y un almacén. «La tienda estaba abierta» –explica su amigo Gamal– y como tenía alcohol, se lo llevaron todo. Pero las que estaban cerradas no las tocaron».
Los que se llevaron la peor parte fueron los dos bancos de la calle Mohamed V. En uno de ellos se encontraron los cadáveres calcinados de cinco saqueadores que no han sido identificados. Roberto Sansano, un ex legionario español que vive en Alhucemas desde 1957 [«dejé el Tercio y me casé aquí porque no me gustaba Franco»], no tiene dudas de quiénes eran: «Venían a hacer daño porque alguien se lo mandó, y estos cinco [los muertos] quisieron aprovechar para robar el banco y se quedaron ahí, pegados».
No todos piensan lo mismo. Algunos incluso prefieren no hablar, aunque probablemente es la noticia más impactante que ha vivido esta ciudad desde el famoso de-sembarco comandado por el general Sanjurjo, allá por 1925, o desde el terremoto de 2004, que dejó más de 500 muertos. Sin embargo, Rabier Kamli, un vigilante jurado, es de los críticos con los convocantes de la manifestación. «Había muchos niños, adolescentes, ¿qué hacían ahí? Y muchos de los que participaban tampoco tenían claro por qué. ¿Por imitar a los egipcios? Marruecos no se parece en nada a Egipto, ni a Túnez. Aquí tendremos problemas, pero hay democracia».
En lo que sí coincide es en que la del domingo fue la ocasión perfecta para que algunos salvajes tomasen la ciudad marroquí a su antojo. «Pero el Gobierno no tiene nada que ver, que quede claro», apostilla.
Un poco más arriba, en la puerta del Ayuntamiento, Karim, un empleado municipal, se afana en despejar la calle de escombros, armado con una escoba. «Eran miles», afirma mientras me enseña un vídeo que grabó con su teléfono móvil. En él se ve el momento en el que los asaltantes la emprenden a pedradas con la sede de la Gendarmería.
Las dependencias municipales quedaron completamente arrasadas. Hasta el punto de que se ha suspendido la actividad de cara al público. «Intentamos contenerlos, pero echaron abajo la verja y luego tiraron cócteles molotov e incendiaron seis coches que estaban en el garaje».
La Policía, describen, «no pudo hacer nada porque eran miles». Sin embargo, Gamal se pregunta que por qué, si al final hubo decenas de detenidos, todos fueron puestos en libertad muy poco después y, según afirma, sin ningún tipo de acusación.
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