Londres
Natación / Adiós de oro
Phelps ganó en 4x100 estilos. Se despide con 22 medallas olímpicas
LONDRES- Era oír su nombre por los altavoces y empezar el escándalo. La segunda vez que lo dijeron, el ruido de la grada era superior al del «speaker». Se intuyó sólo que decía: «Michael Phelps». El «último» día de Michael Phelps, al menos del famoso, el nadador, el que ha llevado los límites de la natación más alto que nunca. Desde hoy, empezará una nueva vida, será uno más en la tierra, ya que en la piscina ha sido el rey. El fenómeno de Baltimore anunció que después de Londres dejaría la competición y en su última prueba tuvo una despedida de oro, como ha sido casi toda su carrera. El niño al que le daba miedo meter la cabeza en el agua, y que lo hacía para no escuchar a sus padres discutir, según reconoció en su autobiografía, es el mejor nadador de la historia y el deportista con más medallas olímpicas, con 22, 18 de ellas de oro, una vez sumada la de ayer. Por detrás vendrá alguien que quiera superarlo. Algún osado, que tardará años en aparecer, como los 36 que transcurrieron entre los siete triunfos de Mark Spitz en Múnich 1972 y los ocho de Phelps en Pekín 2008.
El relevo 4x100 estilos fue la última hazaña del «Tiburón». Un gran trabajo de equipo. Los nervios afloraban en el cuerpo de Phelps, pero aunque fuera la última vez, la rutina no cambió. El gesto, la música, los estiramientos, la concentración… A él le tocó nadar la tercera posta, la mariposa, su especialidad, y miraba con interés lo que hacían sus compañeros, dominadores casi desde el principio, sólo con un pequeño momento de duda después de la braza. Matthew Grevers mandó en la espalda y Brendan Hansen empezó fuerte con la braza, pero el japonés Kitajima le recuperó terreno. Llegó el turno de Phelps y el público se levantó. Las cámaras empezaron a funcionar, la grabación de la carrera final del genio. «Youtube» estará plagada hoy de reproducciones de la última función. Phelps no recuperó la desventaja al principio, pero en sus últimos 50 metros sí facilitó el camino a Nathan Adrian, que se impuso sin ningún tipo de problemas en el estilo libre. Por detrás, Japón aguantó el tipo para llevarse la plata y dejar el bronce para Australia.
Cuando le faltaban todavía 10 metros para llegar, los nadadores estadounidenses, que esperaban impacientes, Phelps entre ellos, ya tenían las manos levantadas mientras el público gritaba «U-S-A, U-S-A». Primero llegó el abrazo conjunto, y luego Phelps se quedó mirando un rato la piscina que tantas satisfacciones le ha dado. La aventura que comenzó en Sydney 2000, su primera cita olímpica con 15 años, refrendada un año después en el Mundial, con su primer oro y su primer récord del mundo, terminó con éxito en Londres, de donde se va con tres oros y cuatro platas que sumar a la colección. En el camino quedan los Juegos de Atenas (seis triunfos y dos terceros puestos) y, por supuesto, Pekín y su hazaña de los ocho oros.
La competición había terminado, pero nadie abandonó la piscina después, como sucedió en días anteriores al acabar la última carrera. Quedaba la ceremonia de entrega de trofeos, que puede parecer aburrida, pero ayer era emotiva para Michael. Su última carrera, su último puesto en lo alto del podio. Apoyó la pierna en lo alto del cajón y se sujetó la barbilla. «Michael», le decían a los aficionados en plan estrella del rock. Muy americano todo.
Otra vez las cámaras de fotos y de vídeo no perdieron detalle de lo que sucedía. Phelps tendió la mano a sus compañeros para subir al podio y celebrar con el público un nuevo éxito. Escuchó el himno estadounidense con la mano en el corazón, emocionado, quizá también aliviado porque no tendrá que volver a sufrir en una piscina. Sonreía. Es el final feliz de una bonita historia.
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