Actualidad

Qué buenas son por Agustín García Calvo

La Razón
La RazónLa Razón

Al salir de casa, oigo más que veo en un recodo del portal a dos que recuerdo que eran novio y novia, y no sé ahora qué serán, que están discutiendo, y, como le oigo a él terminar una frase con «¡qué buenas son!», la cosa me prende, me escondo al otro lado de la escalera y tomo nota: –¿Buenas? ¿Como lo que nos hacían cantar en el cole, «qué buenas son las madres Ursulinas, que nos sacan de excursión!»? –Déjate de coñas, Chelo, esto va en serio. –Ya: que ahora te ha dao por defender las centrales nucleares, que qué buenas. –Y lo son, por más que a los utópicos os dé por poneros de luto y gritar que las desmantelen sin saber lo que pedís. –¿Buenas para quién, Go-yo? –Para la industria, para la sociedad, para el progreso, ¡coño! –¡Jo! Pues anda que... Me huele que desde que nos desvinculamos has ido a parar en algún sitio que te pagan por defender el orden y el progreso. ¿No será que piensas en casarte? –No seas venenosa. Lo que te digo es que... –Que son buenas para el Capital; eso, seguro. Y lo que es bueno para eso es bueno para la gente? –Lo es: más energía barata para todos, más puestos de trabajo... –¡Chitón! Eso no es gente: son las tropas del Capital: ¿no hay algo más? –Estáis conmovidos por lo del Japón y lo de Rusia: son gajes del oficio: para el bien de muchos millones, el que por fallos inevitables tengan que caer unos miles... –Como el automóvil: son también muy buenos, ¿verdá? Qué bestia te has vuelto. Pues no: no es por esos muertos por lo que es el luto: es por los medio vivos que quedáis. Hubo un tiempo que los bienes del progreso le llegaban a la gente; eso hace mucho que ha pasado: ya desde que nacimos se había vuelto un engaño para que, según el Capital sigue más alto hacia sus fines, la mayoría se crea que son bienes de verdad. –¿Y entonces? –Entonces ya es hora de que se declare y grite que no es verdad que el bien y progreso del Poder sea ningún bien palpable para la gente, y que al revés... –Te pones tan apasionada, Chelo, que me dan ganas de... –¡Quieto! Antes tendrías que traerme un certificado de descreimiento. –Firmado ¿por? –Un cualquiera que no sea uno.