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El ascensor por José Luis Alvite
Corren rumores de que el primer Gobierno de Rajoy decidirá dejar en suspenso las contrataciones de las obras para el «Ave» que algún día tendría que unir Galicia con Madrid. A los gallegos algo semejante no les sorprendería mucho. Por acumulación de decepciones aquí todos sabemos que lo preocupante sería que un proyecto semejante saliese adelante estando un compostelano en el Poder. Entre ciertos gallegos no es nuevo desconfiar de quien toma decisiones positivas. A los nacionalistas, por ejemplo, históricamente les produce cierta repulsión cualquier posibilidad de que Galicia se abra hacia la Meseta y sólo esperan con entusiasmo cualquier decisión que nos comunique con la Edad Media, es decir, verían con buenos ojos que todas las carreteras que parten de Galicia nos devolviesen a los gallegos al portal de casa. Tanto es el miedo a las influencias externas, que en algunos lugares puede verse preciosos banquitos de piedra en los que uno puede sentarse de manera que quede instalado frente a una carretera, de espaldas a un maravilloso paisaje costero. A lo mejor es que el prolongado aislamiento ha afianzado el retraimiento de nuestro carácter. No estarían equivocados quienes creen que si la Guerra Civil no tuvo frentes en Galicia, no fue por su falta de valor estratégico, sino por el pésimo estado de sus carreteras. Aquí estuvieron de conquista los árabes y se largaron sin grandes resultados. Mi sensación es que si los árabes renunciaron a su empresa imperial en la húmeda Galicia fue porque la rentabilidad económica y política de la conquista no les compensaba de las penalidades del catarro. Ese aislamiento epidemiológico de Galicia redondea en cierto modo su histórica soledad emocional. Todo aquí es relativo. Yo creo que tía Pepita, que lleva veintitantos años enterrada, aún cree que está atrapada en un ascensor.
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