Corea del Norte

Los coreanos

La Razón
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Recuerdo que cuando era pequeña, en La Coruña, la ciudad donde nací, había una banda de pandilleros agresivos a los que llamaban los coreanos. Eran muy temidos y procedían de un barrio por el que nadie pisaba, hoy convertido gracias a Paquiño Vázquez, quien fue nuestro alcalde por tantos años y que tanto mejoró y embelleció todas sus zonas y rincones. Los coreanos eran unos vándalos que iban sucios, mal vestidos, de acuerdo con sus actividades delictivas: rompían o destrozaban los bancos del jardín, echaban mano sobre la marcha al pecho o al trasero de las chicas que paseaban por los Cantones o por la calle Real, y, en fin, eran unos cafres que nadie quería encontrarse . El solo nombre de «los coreanos» inspiraba un temor enorme. Me vienen a la cabeza aquellos bestias con motivo del conflicto de las dos Coreas, el más crudo en los últimos cincuenta años. Todos pensaron que era el comienzo de la III Guerra Mundial. Ya sólo ver las caras de los dirigentes de Corea del Norte (el padre Kim Jon Il y su nene, el hereu) se hace uno idea de lo que son capaces de hacer con ese ejército de autómatas. Allí la vida humana no tiene valor, sólo el empecinamiento, el enconamiento de unas relaciones norte-sur que nunca van a resolverse ni conocerán la paz. No habrá mediador que logre suavizar el talante bélico de unos y otros, sobre todo de los de más arriba. Al menos estoy segura de que no lo verán nuestros ojos.