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John Elliott: «Los jóvenes catalanes están aprendiendo una Historia falsa»

El hispanista publica su autobiografía intelectual, en la que también vuelca sus inquietudes y sus últimas reflexiones

John Elliott: «Los jóvenes catalanes están aprendiendo una Historia falsa»
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La diferencia entre un inglés y un español es que, para el primero, la identidad no es un problema, y, para el segundo, aún es un tema de discusión. La pregunta de «¿por qué España?» es todavía una cuestión sin resolver en nuestra nación, mientras que Sir John Elliott parece que la contestó hace tiempo desde los parámetros de una decisión académica: «Se trata de un país infinitamente fascinante». El hispanista comenzó a estudiar el siglo XVII español un poco por azar –quizá, porque hay una parte de la historia que también se construye por las casualidades– y, pasados los años, sus experiencias y recuerdos se han convertido también en materia histórica. «Los historiadores anteriores a mí habían vivido la Guerra Civil española y se negaron a venir a la España de Franco, pero yo no tenía esos prejuicios. Vine y me puse a trabajar en los archivos, que estaban abiertos para los extranjeros, porque los intelectuales españoles pasaban por las dificultades económicas y la censura». Elliott iniciaba así una de las carreras científicas más relevantes de las últimas décadas. Una trayectoria que ahora refleja en «Haciendo historia» (Taurus).
–¿Qué aporta la mirada extranjera al conocimiento de un país?
–Para cualquier nación es muy valioso tener también una visión desde fuera, porque a un extranjero se le escapan cosas, pero otras las ve con mucha claridad, porque las personas están muy acostumbradas a su propia sociedad.
–¿Los estereotipos nos han hecho mucho daño a los españoles?
–Sí, por supuesto. Pero muchas veces los han alentado los mismos españoles . Por ejemplo, cuando uno piensa en la generación del 98, en esa visión de España, que es muy decimonónica.
–¿La historia nos duele ? Me refiero a la pregunta: «¿qué es España?».
–En los primeros años de la Transición fue transformándose esa visión del pasado en España. Se concentró más en los logros y no en los fracasos. Es un paso importante para tener una mirada equilibrada. Pero siempre vuelve la mala historia. Ocurre en todas partes. Y la mala historia convierte en mala la política.
–¿Cómo ve la relación de España y Cataluña?
–Estos temas surgen en momentos en que existen problemas económicos difíciles. Como historiador lo que más me preocupa es la deformación de la historia y el empleo de esa Historia deformada por parte de la clase dirigente y algunos políticos. Vicens Vives se pasó toda la vida intentado desmitificar la Historia de Cataluña, evitando esa postura de agravio que ha dominado tanto en la historiografía romántica catalana. Me preocupa que se pierdan esos intentos que Vives hizo, y en parte yo también, para evitar ese reduccionismo. Si los jóvenes no son capaces de aprender esa lección que les hemos intentado ofrecer... Vives quería revitalizar y modernizar la sociedad catalana y hacerla apropiada para la época del postfranquismo. Pensaba que estaba teniendo éxito. Ahora me preocupa que una generación esté aprendiendo una Historia deformada que no conecta la Historia de Cataluña con la de otras partes de España. Es una deformación de la realidad.
–¿La deformación de dónde proviene? ¿De España? ¿Cataluña?
–Estoy pensando en algunas reacciones de Cataluña en este momento. Los políticos sacan de la Historia sólo lo que les interesa.
–¿Qué teme de esta polémica?
–Me chocó que el otro día, en una universidad catalana, un joven, que además estudiaba Historia, creyera que la Guerra Civil era una guerra de España contra Cataluña. Cuando vemos esto entre los jóvenes, para mí resulta muy preocupante. Están aprendiendo una Historia falsa. Es un ejemplo llamativo de los peligros. Y si surge una generación con una visión del pasado que termina en el río Ebro, por ejemplo, estamos ante una visión defectuosa, incluso muy peligrosa para el pasado, que puede tener repercusiones en el presente y el futuro.
–¿Quién hace la Historia hoy? ¿La economía?
–El auge de las multinacionales en estas décadas y el resurgimiento de los localismos, regionalismos y nacionalismos, presionan por abajo y arriba al Estado centralizado. Lo local emerge porque la gente está buscando su rincón en este mundo. Hay que entenderlo. Se necesita un equilibrio entre el Estado, las regiones y las corporaciones internacionales. Y, por eso, una flexibilidad por parte de los políticos.
–¿Cómo ve el futuro de Europa?
–Soy, hasta cierto punto, euroescéptico, porque creo que una Europa unida tiene que ser un proceso orgánico. Lo más importante que se ha hecho a este respecto han sido cosas como las becas Erasmus, porque esa juventud será más europea. Es la única manera que existe. Pero imponer desde Bruselas las leyes... es demasiado artificial y va a fracasar. No confiaba mucho en el euro. He visto la importancia política. Pero no he creído en esa moneda, porque acuñar una moneda sin unir las haciendas de cada país, resulta absurdo. Ha sido demasiado prematuro intentar algo así. Y entiendo por qué España ingresó en la Unión Europea, pero entraron sin hablar ni pensar, sin un debate adecuado en el Congreso. Parecía la solución...
–¿Tenemos políticos a la altura?
–Siempre se piensa que faltan los gigantes de la generación anterior. Eso sucede ahora. Es muy difícil decir la altura en la que están ahora Merkel, Hollande o Rajoy. Lo tendrá que decidir la próxima generación.