Castilla y León
El cerebro prodigioso: estimulación neuronal para mejorar la potencia de la mente sin esfuerzo
Mediante dispositivos de resonancia magnética funcional se ha logrado aumentar el rendimiento del área visual y mejorar la percepción de las cosas. Los investigadores dicen que podría aplicarse también en la memoria, las emociones, el control del movimiento y el aumento del rendimiento atlético
Nunca la mente del actor Kurt Russell estuvo tan desarrollada como cuando interpretó, a principios de los 70, a Dexter Reily, un estudiante que tras recibir una descarga eléctrica por culpa de un ordenador se vuelve un genio al pasar los datos del aparato automáticamente a su cerebro. La película de ciencia ficción se llama «Mi cerebro es electrónico» y debió calar muy hondo en algunos investigadores que no han cesado de trabajar con el objetivo de «crear» mentes prodigiosas que aprendan y retengan información sin apenas esfuerzo.
Los últimos en intentarlo han sido científicos japoneses y norteamericanos de la Universidad de Boston (Estados Unidos), y del Laboratorios de Neurociencia Computacional ATR de Kyoto (Japón). Y lo han hecho a través de un sistema que permite «aprender» gracias a unos dispositivos de resonancia magnética funcional (IRMf) que se emplean normalmente para registrar imágenes de la actividad cerebral cuando se realizamos tareas. Los resultados, que se publicaron en la revista científica «Science», se han centrado en mejorar la capacidad visual, aunque, según manifiesta el principal autor del estudio, Takeo Watanabe, «pese a estar orientado a la visión, puede aplicarse en otras disciplinas, como la memoria, las emociones o el control del movimiento y el aumento del rendimiento atlético».
El sistema consiste en exponer a la persona a señales visuales que activan unos patrones concretos de las neuronas vinculados al área visual temprana y que, según Watanabe, «es lo suficientemente plástica como para hacer posible el aprendizaje perceptual», ya que registran movimientos, líneas, formas y colores. «Lo sorprendente es que al inducir esos patrones en una característica o rasgo concreto se produjo una mejora del rendimiento visual sobre dicho rasgo, incluso aunque el sujeto no fuera consciente de lo que estaba aprendiendo», asegura Watanabe. Sería algo así como diferenciar a unos gemelos sin conocerlos. Es decir, una madre los distingue porque está siempre con ellos, lo novedoso es que alguien que no les conozca también les distinga rápidamente gracias a ese aprendizaje que hace que automáticamente nos llegue un mensaje diferencial entre ambos hermanos.
Si esto se aplica en otras áreas cerebrales, ¿seremos más... listos? Para muchos expertos aún estamos lejos de convertirnos en unos «cerebritos», pues es un salto demasiado grande, aunque sí es cierto que los científicos buscan «identificar en qué áreas somos más efectivos para trabajarlas y mejorar el rendimiento», explica Carlos Tejero, de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que especifica que «la consecuencia práctica de esta investigación es complicada, porque el modelo que usamos para el aprendizaje y la memoria no lo conocemos en toda su extensión. Es un anhelo concebirlo».
De pianos y otros instrumentos
Porque para aprender se producen miles de conexiones entre las 100.000 neuronas que tenemos repartidas en áreas cerebrales específicas para determinadas funciones, pero tienen que ser vías muy rápidas de conexión para que lleguemos a retener la información. Así, por ejemplo, al leer, primero reconocemos trazos como letras, luego aprendemos a juntarlas y finalmente podemos llegar a comprender textos incompletos a los que les faltan vocales o consonantes. Pero es un aprendizaje que se hace precisamente con esa conexión neuronal y con entrenamiento.
En cuanto a las habilidades, como la que los japoneses comentaban en su trabajo sobre aprender a tocar el piano, por ejemplo, ocurre lo mismo. Bien podremos imitar una melodía como se hace en el colegio con mayor o menor tino, pero lo que no tenemos todos es la habilidad manual o la capacidad de interpretación dmusical. Lo mismo que ocurre con la capacidad lectora, pues depende de esa distribución de neuronas; por eso hay quienes no son capaces de leer a gran velocidad.
Aprendiendo idiomas
No obstante, hay investigadores que han dado otra vuelta de tuerca. Concretamente en el Instituto de Neurociencias de Castilla y León (Incyl), desde donde afirman que el cerebro se vuelve hipersensible a lo que los niños escuchan en las primeras etapas de la vida.
Realizado en roedores, el análisis muestra cómo éstos se vuelven hipersensibles a los sonidos a los que han sido expuestos gracias al papel que juega en este proceso el llamado colículo inferior del cerebro (relacionado con los aspectos clave de la audición). Un hecho que, según los científicos, podría tener implicaciones prácticas en el aprendizaje de idiomas, que es más efectivo en los pequeños. Porque, según explican los responsables del trabajo, al estimular algunas neuronas con un sonido concreto, las que están al lado modifican su posición y todas en conjunto se «resintonizan» a una frecuencia concreta, lo que tiene implicaciones en el aprendizaje de idiomas, ya que un niño en edad de aprender un lenguaje absorbe el idioma con facilidad y no sólo las palabras o la gramática, sino también la pronunciación.
Pero de momento las nuevas generaciones tendrán que continuar «hincando los codos» para aprender y cultivar sus mentes, porque memorizar «El Quijote» en apenas unos minutos seguirá siendo por muchos años ciencia ficción.
✕
Accede a tu cuenta para comentar