España

Cuando se pierde la voluntad de vencer por Jesús María ZULOAGA

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La voluntad de vencer, la capacidad de ejecución y la libertad de acción son los tres principios fundamentales para poder doblegar a un enemigo. En los últimos años, España ha disfrutado de una política antiterrorista que combinaba a la perfección esas tres premisas. El Gobierno contaba con el apoyo decidido de la oposición y de las víctimas. Había voluntad de vencer a ETA, se contaba con los medios necesarios y, sobre todo, con la información precisa para sorprender al enemigo cuando más confiado estaba de su «invencible» clandestinidad. Era cosa de poco tiempo, dos o tres años, que, por fin, la victoria policial y moral sobre ETA se consumara. Se llegaría a un final con vencedores (las Fuerzas de Seguridad, las víctimas, la clase política) y vencidos (la cuadrilla de asesinos e indeseables que se agrupan bajo las siglas más siniestras que ha conocido España). De repente, algo cambió.

Nos hemos enterado, porque alguien ya lo ha contado, que destacados dirigentes de la llamada «izquierda abertzale» (Batasuna), entre ellos Rafael Díez Usabiaga (hoy en la cárcel), los abogados Jone Goiricelaya e Íñigo Iruin, y Rufino Echeverría) empezaron a frecuentar despachos del País Vasco y Madrid para explicar que ETA quería dejarlo.
 
Cedía, según ellos, todo el protagonismo a su entramado político que, lógicamente, debía ser legalizado para que pudiera estar en las elecciones municipales. La banda y sus comparsas sabían que si quedaban fuera de ayuntamientos y otras corporaciones, su final estaría muy cerca. Trazaron un plan.

No hay nada más esponjoso para aceptar historias que le convengan que un político que ha de enfrentarse a unas elecciones, que sabe perdidas, y busca una solución, una piedra filosofal, que convierta los errores en votos.

«Tenemos que llegar hasta la fecha de las elecciones sin atentados y con algún gesto de ETA que nos presente como vencedores del terrorismo», debió de pensar alguno de los interlocutores de la cuadrilla «batasuna», que tanto parecía ofrecer. Y se pusieron (esos políticos) en marcha. ETA, como les habían dicho, anunció el alto el fuego (es lo único que ha dado y, además, lo puede romper cuando le convenga) y, a cambio, se les entregó mucho, demasiado: Bildu, con lo que supone de recuperación para la banda de su «Frente Institucional», con una fuerza nunca conseguida en su historia. Y después, nada de nada: comunicados llenos de grandes palabras pero vacíos de contenido, que los políticos implicados saludaban como «grandes pasos» (no se sabe muy bien hacia dónde), quizás porque se veían al borde de su particular precipicio.

Para no enfadar a la bestia, y con el fin de escuchar lo que ya saben que les van a decir, los socialistas vascos asistirán mañana a la «Conferencia» que ha propiciado el mundo de ETA para, como dicen los pistoleros, «internacionalizar el conflicto». ¿Qué queda de aquella voluntad de vencer? (porque nuestras Fuerzas de Seguridad siguen manteniendo su operatividad e información). Nada, de nada. Hay que recuperarla. El sabio pueblo español sabrá a quién encargárselo. A los que han urdido todo esto, la historia les reserva una palabra del diccionario, que define a los que faltan a la lealtad y confianza. No todo vale para ganar, ni para perder.

 Jesús María ZULOAGA