Cataluña
Víctor Gómez Pin: «El payés ama a su vaca pero no la confunde con su hijo»
El filósofo Víctor Gómez Pin se ha hartado del debate sobre el toreo. En los últimos meses ha recibido muchos mensajes insultantes y cree que la mayor falta de respeto ha sido escuchar que los taurinos acuden a la plaza a solazarse con la tortura. «Un político decía hace poco que con la prohibición nos acercamos a la civilización europea y nos alejamos de la barbarie. Ignora que el toreo abarca a culturas que van desde la Camarga a los Andes». Su interveción en el Parlament de Cataluña en defensa de la tauromaquia fue una «faena» intelectual de altos vuelos.
-¿Se anatematiza al toreo por «sensibilidad franciscana»?
-En mi libro «Lobos y autómatas» escribí que vivimos en un mundo de excesiva «sensibilidad franciscana». Cada especie tiene su naturaleza, y en la del hombre está la condición de ser un cuidador de especies. Lo que no significa que debamos inmolarnos a favor del resto de animales. Para realizar su naturaleza, el ser humano tiene que alimentarse, y tiene que sacrificar animales.
-¿El ser humano sano es un animal ecológico?
-La ecología es un corolario de la humanidad. Si amas la condición humana, deseas la realización de todos los seres vivos. Pero esa realización no es posible en una naturaleza enferma. A mí me gustan mucho los perros en el campo, pero, ¿qué pinta un perro en un apartamento en la ciudad?
-El zoológico, ¿mejor cerrarlo?
-Un zoológico es una cárcel donde se impide que el animal realice su naturaleza. Mi criterio ecológico es el del buen payés de toda la vida, al que no tienes que recordarle que hay que amar a los animales: todo payés ama a su vaca, pero no la confunde con su hijo. También ama a la gallina que se come.
-Que la gente salga al campo a ver fauna, ¡ea!
-Nadie dudaría de que instrumentalizar a seres humanos sea indigno, y ahora hay gente que piensa que instrumentalizar animales también lo es. El descubrimiento de la homología genética entre humanos y animales ha hecho que cambien algunas posiciones éticas, dado el gran parecido entre nuestro código genético y el de los animales.
-Es un punto de vista razonable.
-Sí, pero con matices: no sólo el toro se nos parece. La rata guarda una sorprendente homología genética con el hombre y, sin embargo, no estimamos a la rata porque nos es perjudicial. La matamos sin piedad, pero sin recrearnos en su sufrimiento. Conviene enfatizar estas pequeñas diferencias, los matices lo cambian todo. He escuchado a gente del toreo diciendo: «Van a por nosotros cuando los correbous son mucho peores». Eso es un error, pues se olvida el matiz que lo cambia todo: la motivación del toreo no es el sufrimiento.
-¿Y cuál es la motivación?
-El ritual. Y por ello torear es un acto de civilización. En una matanza del cerdo, el civilizado es el payés. Comparada con las granjas de exterminio masivo de animales, la matanza del cerdo es un acto de civilización. El que no es civilizado es el que hace la vista gorda sobre los mataderos industriales.
Asépticos, puros y perfectos
-En ese caso, todos somos cómplices de tortura animal.
-El payés convierte un hecho inevitable en un ritual: el ser humano ha convertido siempre la muerte en ritual. La matanza del cerdo pone en escena una vieja expresión de la civilización: el sacrificio ritual de animales es un universal antropológico. Las granjas industriales en batería no constituyen un universal antropológico, es decir, son cosas contingentes que la civilización podría y debería suprimir. Y ahí todos tenemos una responsabilidad.
-¿Sin sacrificio ritual no hay civilización?
-Sin ese universal antropológico, la civilización se termina. En cambio, es una exigencia de la civilización intentar acabar con las granjas en batería. Y con la costumbre de confinar a los perritos en las ciudades.
-¿Qué me dice de la caza?
-Es otro ritual. Y también la quieren prohibir. No es un azar que estén eliminando los sacrificios rituales de animales al tiempo que proliferan las granjas y los mataderos en batería. Vivimos en un tiempo antiheroico, en una sociedad que oculta la muerte.
-Si sigue así, me acabará hablando de los tanatorios.
-Es que son otro ejemplo de muerte industrial. Morir rodeado de tus seres queridos y amigos es la manera civilizada de morir. Pero hoy la gente muere en asilos desnaturalizados. De ese modo evitamos la confrontación con la muerte. Decía Marcel Proust que, por caminos diferentes, todo conduce a la verdad o a la muerte. Afortunados aquellos que encontraron la primera antes que la segunda.
-Como sociedad, andamos un poco distraídos.
-¡Vivimos en la sociedad de las distracciones! Esta sociedad repudia la verdad y la muerte. Estamos permanentemente distraídos o esclavizados. Esclavizados como consecuencia de unas relaciones laborales cada vez más injustas. Distraídos como necesaria consecuencia de no rebelarnos ante la esclavitud.
-Esto es el «sálvese quien pueda».
-Hace años que denuncio que vivimos en la sociedad del «sálvese quien pueda»: patrias, naciones y tribus. Ha triunfado el modelo Padania. El nacionalismo padano de la Liga Norte no reivindica nada cultural: es el dinero por el dinero, y para ello utiliza el racismo contra el sur de Italia.
-¿Cuál es la solución? ¿El europeísmo?
-No. Un político catalán dijo estos días que estamos demasiado cerca de Europa como para permitirnos los toros. En el sueño europeísta cristalizan nuestros complejos, sueños y reflejos de una sociedad más limpia, clara, higiénica, aséptica y trabajadora. ¡Tonterías!
-¿Es la solución un nuevo humanismo?
-Hemos olvidado todo aquello que puede ayudar al ser humano a realizarse, y hoy la única ética posible consiste en asegurar las condiciones de posibilidad para que el ser humano realice su condición. ¿Cómo? Dejando de ser esclavos, fertilizando nuestro espíritu con el arte y la ciencia. Pero ha triunfado el Mal. Y en el Mal sólo existe el crecimiento exponencial del Mal: el desprecio de pueblos y culturas, de lenguas minoritarias, el triunfo de la economía por encima de todo.
-¿Qué tal anda de esperanza?
-Prefiero hablar de proyecto. La mayoría de proyectos políticos de los que hoy se habla desaparecerán totalmente, pues convergen con el sistema de explotación y distracción en que vivimos. La Revolución Francesa también acabó en su día con una gran cantidad de tonterías que se debatían en la época.
-Admiro su optimismo.
-El pesimismo y el nihilismo pasan por pensar que los humanos no tenemos la dignidad suficiente como para que todos y cada uno de nosotros accedamos a fertilizar nuestro espíritu. ¡Cuídese del pesimismo!
El Mal gana por goleada, de momento
Cuando era joven, el hoy catedrático de Filosofía Víctor Gómez Pin pasó la frontera a Francia con un solo duro en el bolsillo para trabajar en las labores más duras. «Sin embargo, en aquel tiempo todos teníamos la sensación de que el Mal era provisional: había esperanza, existían proyectos para el cambio social». Hoy andamos cortos de esperanza y gana el Mal por goleada (explotación, desigualdad, miseria, distracciones…) Mientras tanto, Gómez Pin sigue defendiendo la universalidad de la filosofía como parte insoslayable de la realización del hombre: «Kant nos dice que la filosofía es una exigencia metafísica universal del espíritu humano». Por ello, amar el conocimiento quizá sea la última línea defensiva de la civilización. Después, viene la barbarie.
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