Bruselas
Peor imposible
Para tomar impulso hacia el inhabitable Palacio de La Moncloa no hace falta voluntad política o vocación por el trabajo público, sino entender los placeres del masoquismo y poseer la empeñosidad del escalador. El ciclismo, que gusta a Rajoy, le dará sabios consejos porque los forzados de la ruta sólo entienden de sufrimientos. Desde que Adolfo Suárez tomara los papeles de Carlos Arias, ningún presidente contemporáneo había recibido de su antecesor tal legado de destrucción. Zapatero jugó en su casa de muñecas con la unión homosexual como matrimonio o el aborto de las menores, y mintió en Economía como ahora lo hace Rubalcaba diciendo al «Washington Post» que nuestra postración se debe a la burbuja de Aznar. No son mentirosos sino «Munchausen»: mienten por compulsión mórbida. Los periodistas que le acompañaban a Bruselas cuentan que Aznar era un remamahuevos para sus colegas y era capaz de apalancarse contra la estantería de un pasillo y esperar a que saliera de una reunión el mandatario al que quería torcer el brazo. Pese a que Zapatero y Rajoy están hablando mucho, el primero nos ha hecho a todos la mexicaneada de aceptar en la última cumbre de Bruselas una degradación de nuestra deuda que dificultará aún más los créditos. El programa del PP es legible, tal como el de del PSOE es demagógico y suicida. Pero ante un paisaje lunar será preciso ir improvisando. Si continúa el calmón económico, no arrean ni los burros y no vendemos deudas, Rajoy tendrá que subir impuestos. No importa el programa sino la fortaleza mental de los nuevos protagonistas; y una perspectiva superior a una legislatura.
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