Historia
La viuda de Sabino podría escribir sobre el Rey Jesús MARIÑAS
Fue testigo excepcional como esposa de Sabino Fernández Campo y lo reconoce con una sonrisa cómplice y prometedora: no descarta algún día escribir sobre Don Juan Carlos, al que venera.
Su mirada dice muchas cosas sin llegar a desmentir las supuestas memorias del general que fue Jefe de la Casa de Su Majestad y ejemplo de lealtad. Supondrían una historia palaciega y humana en carne viva.
María Teresa Álvarez cumple con lo que acredita a un buen historiador: precisar, descubrir y exhumar. Su biografía de la Infanta Paz de Borbón, hermana de Alfonso XII, supera esos objetivos testimoniadores. Luego, en contraste, pinta a una Infanta Isabel, «La Chata», que no tiene nada que ver con la imagen castiza, simpaticorra o valleinclanesca que nos dejó la Historia oficial. La retrata como muy protocolaria, rígida, casi antipática y nada accesible. Lo mismo sucede con la imagen de quien fue marido casi intacto de Isabel II, aquel Francisco de Asís inmortalizado como «Paquito natillas», quien parece que hacía sus necesidades en cuclillas como las más remilgadas señoronas de aquel tiempo. Hizo historia, y cómo, su relación con Meneses mientras que con su esposa mantenía un paripé.
«Yo creo que al menos dos de los nueve hijos de la Reina Isabel fueron de su secretario Tenorio, padre de doña Paz, sin duda alguna», aseguró la escritora. Isabel era soberana de armas tomar, casada a la fuerza con un primo hermano que se pirraba por los pantalones. Oyendo a la condesa viuda de Latores, Crista de Baviera pegó un respingo, nada que ver con la conformidad de su hermana Tessa, cojeante por un reciente accidente en Marraquech. Fue un traspiés que le salvó la vida: «Estaba en una tienda con Mathieu, no vi un escalón y me rompí el peroné. Desde allí íbamos al Café Argana, a la Plaza Jemma, la del atentado. Nos salvamos por minutos», aseguró.
«Habiendo nacido en una casa principesca, ¿cuesta adaptarse a la vida actual?», pregunté. «Es que todo ha cambiado y tampoco lo nuestro fue un lecho de rosas. Papá era muy estricto. Cariñoso pero exigente –hablan del príncipe José Eugenio de Baviera–. Nos hizo estudiar cinco idiomas. Eso nos preparó para el mundo moderno». «Llegasteis a conocer a la bisabuela Paz?, insistí. «Yo sí porque me he visto en fotos con ella. Era muy pequeña». Ocasión de revivir casos como del hijo de la Infanta Eulalia, supuestamente la más liberal: «Era homosexual y fue marginada». Rarezas cortesanas cuando su supuesto padre y Rey consorte hizo de su capa un sayo.
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