Irak
Sabotaje con clase
Hace semanas que aparcar en el centro es una delicia. Antiguos campos de batalla, entregados sin remedio a la doble fila, son ahora remansos abiertos donde los coches estacionan con holgura. La guerra no ha terminado, pero habrá que aprovecharse de lo que dure, porque temo que Zoido derogará el «blindaje» como primer guiño a su hinchada –aunque empezar con buen pie, como bien supo Zapatero tras retirar a las tropas de Irak, no garantiza el éxito final–. La norma está fatal, que sí, pero a mí me viene estupendamente. ¿Y el comercio? Bueno, caerán algunos y otros sobrevivirán a base de imaginación. Si hubo un tiempo en el que regalaban bonobuses de ida y vuelta, ¿por qué no un chófer? Servicio puerta a puerta para que el cliente se deje la pasta sin miramientos. Aparte de que a un colectivo tan desagradecido –al que no se le ha escuchado ni un «gracias» por la campaña municipal que les regala bolsas reutilizables, con lo carísimas que las ha puesto la Junta– no conviene prestarle mayor atención. Si tan mal están, que alcen la persiana siete días a la semana. Harían un blanco doble: la gente se aburre los domingos y, como la restricción no rige, el centro se llenaría de ávidos compradores en turismo propio. ¡Ah!, y el segundo, ponerle la cara roja al oportunista delegado.
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