Oporto

Más que tontos por Julián Redondo

La Razón
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Que el Real Madrid sólo provocara dos saques de esquina en el Camp Nou, o que no apretara más por alto a una defensa de talla baja, con la sorprendente incrustación del multiusos Adriano en el centro junto al reconvertido Mascherano, ha tenido menos trascendencia que el segundo gol de Messi. Sin saber ni cómo ni por qué –¿por envidia?–, sin más argumentos que la relación emocional entre el portero y el entrenador, alguien ha convertido a Iker Casillas en el villano del clásico, al acusarle de dejarse meter el gol para fastidiar al técnico. ¡Hay que ser memo! Y la solemne estupidez se ha disparado, ha llegado a las tertulias y, claro, como seres humanos que somos, al valorar las idioteces nos convertimos en gilipollas.
Ya en el Mundial surafricano también hubo quien intentó convencernos de que Sara Carbonero fue la culpable del gol que encajó su novio contra Suiza. La estulticia holló las cumbres del sentido común y ríos de tinta corrieron hasta que sólo un partido después, sólo uno, desaparecieron, como el Guadiana. Casillas, educado en el respeto al adversario, en valores de cantera que el Real Madrid siempre ha cultivado, que maduró a las órdenes de Vicente del Bosque, con quien coincide varias veces al año, no se deja meter un gol por no comulgar con las ruedas de molino de Mourinho, porque le disgustan las salidas de pata de banco de Pepe o mira para otro lado cuando Cristiano Ronaldo pone caritas. Hay que ser muy tonto para creerlo y muy mala gente para publicitarlo.