París
García-Calvo espíritu libre
Filósofo, filólogo, traductor, ensayista, dramaturgo y poeta, falleció ayer en Zamora. Deja un ingente legado de estudio que aúna de forma brillante el saber clásico y el moderno. Su rebeldía, a la que fue fiel hasta el último día, marcó su vida.
Guardo siempre el recuerdo de Agustín García-Calvo (Zamora, 1926), con coleta, revestido de sus inseparables tres o cuatro camisas superpuestas y con algún libro de Oxford Classical Texts bajo el brazo, recorriendo lentamente, como un filósofo antiguo, los pasillos alicatados de baldosas verdes que separaban su viejo despacho de la Biblioteca de Filología Clásica. Para todos los que estudiábamos Clásicas en la Complutense durante los ochenta y los noventa, su figura singular era tan atractiva como su original pensamiento, sus clases de métrica latina y sus traducciones de autores antiguos en recio verso castellano.
Evocar el alma de los clásicos
Aunque estaba a punto de jubilarse, o recién jubilado, la Universidad tenía la suerte de seguir contando con sus clases y sus mítines agitadores. Hoy, día de Todos los Santos, nos ha dejado el gran filólogo, poeta, dramaturgo, narrador y pensador, colaborador de «LA RAZÓN» desde su fundación. Resulta imposible abarcar en unas breves líneas su obra y rendirle el tributo debido a una personalidad clave de la cultura española de los últimos cuarenta años. Me toca quizá más de cerca su faceta de estudioso del mundo antiguo, como un profesor que supo evocar el alma de los clásicos mediante los precisos conjuros de la filología, pero también con el aliento personal de su literatura. Hay que agradecerle su magisterio y la manera en que supo transmitir la fascinación por la antigüedad. García-Calvo estudió Filología Clásica en la Universidad de Salamanca con maestros de la talla de Antonio Tovar y obtuvo su doctorado en la Universidad de Madrid. Muy pronto ganó una cátedra de instituto y poco después la cátedra de filología clásica en Sevilla. En 1964 pasó a enseñar filología latina en la Universidad de Madrid pero por poco tiempo, pues su oposición al régimen franquista y su apoyo a las protestas de estudiantes acabó con la célebre inhabilitación y destierro de profesores en 1965, que compartió con Tierno Galván, López-Aranguren y Santiago Montero Díaz, a la sazón también estudioso del mundo clásico, y al que se adhirieron voluntariamente otros catedráticos como el propio Tovar.
Tal vez fuera interesante profundizar, en la pequeña historia de las ciencias de la antigüedad en España, en las ambiguas relaciones de esta disciplina con el poder (hay que pensar que Montero y Tovar habían sido entusiastas falangistas, distanciados luego del régimen de Franco). Pero García- Calvo representó sin duda la oposición más visceral a todo tipo de Poder, tanto durante la dictadura como después: en su pensamiento se perfiló siempre como un luchador incansable contra lo que él llamaba la Realidad y que se reflejó últimamente en su apoyo al movimiento 15-M en forma de tertulias y mítines.
La peripecia vital de García- Calvo forma parte, por lo demás, del núcleo de la vida cultural española desde la Transición a la democracia. Tras su exilio en París, donde prosiguió su labor docente e investigadora, mientras escribía y traducía para la editorial Ruedo Ibérico, recuperó su cátedra con la llegada de la democracia, en 1976. Desde entonces, se mantuvo en la actualidad del debate político e intelectual, siempre provocador y heterodoxo.
En cuanto a su obra como filólogo, García-Calvo estudió la lingüística grecolatina, española y general, y desarrolló interesantes teorías sobre el lenguaje. Destacan sus traducciones de Homero y Lucrecio, en verso castellano y con un vocabulario rico y castizo que impresionó a todos los lectores de textos clásicos. Además, se ocupó especialmente de traducir y comentar a los filósofos griegos y a los poetas latinos. Los Premios Nacionales de Ensayo y de Traducción dan fe de su enorme labor en este campo. Sus obras quedarán como un ejemplo de brillante intersección intelectual entre el mundo clásico y el moderno, pues su pasión por la palabra y por la razón antiguas dejó huellas tanto en su pensamiento político como en su poesía y dramaturgia. Descanse en paz Agustín García-Calvo, que ya acompaña a los grandes autores clásicos con los que siempre dialogó y por los que supo apasionar a sus alumnos, lectores y seguidores.
«Todas a la una», contra el exceso de individualismo
Esther Bellver ha sido la última actriz en interpretar los textos de García-Calvo en su presencia. Representa en estos días en la Sala Triángulo de Madrid «Todas a la una», un compendio de escenas dramáticas, poesía, relato, canciones y romances de sus obras. Antigua alumna y fiel a sus tertulias contra la realidad en el Ateneo madrileño, Bellver optó por representar este collage ante la imposibilidad de levantar puestas en escena de otros títulos como «Ismena. Tragicomedia musical» o «Pasión. Farsa trágica» : «Sé que mandó sus libretos a todos los teatros.Le estamos privando de estas obras a su público contemporáneo, nos pasará lo mismo que con Valle-Inclán. Desde aquí invito a los teatros a que pongan en escena la gran cantidad de material inédito que tiene», declara una emocionada Bellver. En «Todas a la una», la actriz observa su contra-mensaje: «Refeja la contradicción entre el individuo y el todo que siempre ha atacado, pues para ser único en algo al menos tiene que haber dos», recuerda su discípula.
Sus últimos versos
García-Calvo leyó hace dos semanas esta poesía tras una función de « Todas a la una»
I
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la sombra, más espesa
hace la sombra y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.
II
Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave
Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.
Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pues y que concluya.
Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza
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