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«El dinero de Europa se ha ido igual que la plata que llegó de las indias»
La tercera edición de «Los Corzo y los Mañara. Tipos y arquetipos del mercader con indias» rescata la Sevilla colonial de los siglos XVI y XVII
SEVILLA- Los siglos XVI y XVII se mantienen como una fuente inagotable para los trabajos de investigación de los historiadores. El caso de la americanista Enriqueta Vila es más complejo, ya que con «Los Corzo y los Mañara. Tipos y arquetipos del mercader con Indias», publicado por la Universidad de Sevilla, vuelve a reeditar por tercera vez un libro, prologado por Antonio Domínguez Ortiz, en el que se da buena cuenta de cómo eran aquellos que quisieron hacer fortuna con el nuevo mundo.
La presidenta de la Academia de Buenas Letras mantiene que «se trata de una edición muy cuidada y a la vez aumentada». Aunque estudia un tema muy tratado, siempre hay nuevos datos para conocer cómo vivían estos grandes mercaderes que luego se transmutaron en gran parte de la aristocracia local. «A parte de que se ha incorporado todo lo que he ido estudiando en estas dos décadas se ha añadido la digitalización de varios libros inéditos de los Corzo, que dan una novedosa visión de estos. No se ha descubierto nada nuevo, como hace veinte años, de los mercaderes de indias, sólo que en éste se demuestra un perfil que se acompaña con una importante aportación documental de distintos archivos».
Un arquetipo que se repite en todos aquellos que llegaron a la entonces denominada capital del mundo para encontrar las riquezas que no tenían en su lugar de origen. «Los Corzo y los Mañara, que vinieron de Córcega, que es lo mismo que decir que venían de la República de Génova, eran personas que comenzaron a ir a Perú, por la plata de Potosí con un esquema que es habitual: realizaban cuatro o cinco viajes, se enriquecían y cuando se cansaban de viajar se establecían en Sevilla, se casaban y se compraban una gran casa». Era el primer paso para comerciar en grandes cantidades y ganar mucho dinero con el que adquirir desde importantes enterramientos hasta cargos oficiales para sus hijos.
Una estirpe que llega hasta nuestros días «porque mucha de la nobleza sevillana actual procede de estas dos ramas. Otra cosa son los apellidos. Corzo se perdió casi inmediatamente, mientras que los Mañara se pierde en la primera generación, ya que se integra en los Tello de Gúzman y en los Medina, de los que en la actualidad hay muchísimos descendientes», mantiene Vila. Oro y plata para llenar las arcas pero también seres humanos. Una parte que no se conoce tanto como los lingotes que llegaron a España. Sin embargo, la americanista concreta que los españoles nunca pudieron enriquecerse con el Asiento de Negros «porque siempre estuvo en manos de los portugueses, luego de los franceses y posteriormente de los ingleses y holandeses. Solamente se enriquecieron en el XIX, cuando los cubanos, los grandes azucareros, se convierten en tratantes de esclavos».
Comercio y dinero en una ciudad que entonces era «universal, cosmopolita, que ya tenía más de 100.000 habitantes, a la que llegaban muchos para enriquecerse y que tan bien describieron Lope de Vega y Cervantes». Una situación casi de novela, aunque a la investigadora le gusta decir que «la verdad siempre supera a la ficción, puesto que los personajes de mi libro son claramente de novela». En su doble condición de historiadora y gestor político le ha sorprendido mucho «la realidad de una ciudad por encima de cualquier ficción que se escriba. La historia es apasionante, pues meterse en los archivos y ver cómo se enlaza una cosa con otra no tiene parangón. Es como una especie de puzzle que va encajando a medida que se pone negro sobre blanco», matiza.
No utiliza apenas internet, pero asegura que se «está haciendo mucho daño a la gente joven, porque algunas cosas vienen muy bien definidas, pero hay que dejar claro que quienes quieran hacer historia de una manera seria deben irse a los archivos. No me cabe en la cabeza que no se utilicen estos métodos, hay que ir a los papeles que tienen la huella de la historia». Una historia que para Sevilla terminó en crisis pero de la que los «sevillanos no hemos aprendido prácticamente nada. Todo comenzó con la epidemia de peste de 1649, que dejó desolada la ciudad, y en 1717 con el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz, pese a ello, aquí se quedaron gente con dinero. Ahora pasa lo mismo, porque el dinero que llegaba de Europa se ha ido igual que la plata de las indias. ¿Qué hemos hecho con él?».
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