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Jorge Wagensberg: «Si en la eternidad no hay cerveza fría será aburrida»

Su currículum científico es interminable; su bagaje humano, inagotable. Este físico de rostro antiguo y verbo afilado demuestra que el filósofo y el científico son –o deberían ser– intercambiables. Director del Cosmocaixa de Barcelona, Jorge Wagensberg es uno de nuestros grandes divulgadores científicos, pero se atreve a ir mucho más allá de la ciencia...

«El cerebro se inventó para salir de casa e innovar... y ahora, ¡apenas tiene trabajo!»
«El cerebro se inventó para salir de casa e innovar... y ahora, ¡apenas tiene trabajo!»larazon

–Comencemos, pues, con una pregunta ligera: ¿cuál es el sentido de la vida?
–Yo me preguntaría, más bien, cuál es el sentido de mi vida. La pregunta es qué hago yo en este mundo, para qué estoy aquí. Y esta cuestión se puede responder desde múltiples lugares.

–¿Me quiere responder como científico?
–Va a ser complicado. Es una pregunta demasiado compleja: la ciencia siempre se dedica a cosas simples, concretas.

–Entonces, respóndame como Jorge Wagensberg.
–Ahí sí le puedo decir que existen pequeñas respuestas que nos ayudan a encontrar sentido. Para mí, la búsqueda del sentido de la vida encuentra una respuesta en el desarrollo de la creatividad. El ser humano es un animal creativo: Freud se equivocó al fiarlo todo al sexo y a las pulsiones. No soy psicoterapeuta, pero puedo decirle que la mayoría de desequilibrios mentales o emocionales que he visto no se debían a cuestiones sexuales…

–Como el complejo de Edipo.
–…sino a una creatividad insatisfecha. Si no desarrollamos la creatividad, morimos un poco cada día. Mire, por ejemplo, al brigada del cuartel donde hice la mili: se encargaba de herrar a las mulas y yo iba cada día a ver el espectáculo de cómo poner herraduras. Lo hacía con una creatividad exuberante.

–Saquemos una hipótesis de esto.
–Aquel que no encuentra creatividad en su trabajo de cada día sufre. Y, por ende, se hace constantemente la pregunta de cuál es el sentido de la vida. En cambio, el que tiene su creatividad más o menos desarrollada, ni siquiera se plantea cuál es el sentido de la vida: sólo vive.

–¿A mayor creatividad, mayor paz interior?
–En mi caso, puedo decir que sí. Tengo sed de crear cosas, y desde el Cosmocaixa de Barcelona las posibilidades de satisfacer la creatividad son enormes. Crear es cambiar las cosas de cómo estaban en aquel momento o en aquel lugar. No es una idea empapada de grandeza, sino una idea sencilla que consiste en conseguir un cambio feliz en tu entorno.

–¿Algo que mejore o embellezca las cosas?
–¡En efecto! En la evolución, el cerebro hizo su aparición como una herramienta para resolver la incertidumbre. Por tanto, el cerebro está diseñado para ser creativo: ¡necesita crear para vivir! Si el corazón no bombea sangre, se muere; si el cerebro no bombea ideas, entra en crisis. Éste es un gran problema para buena parte de la humanidad actual: el cerebro se inventó para salir de casa e innovar… y ahora, ¡apenas tiene trabajo!

–Tanto cachivache nos vuelve mediocres.
–La mediocridad es peor que lo malo. Ante la crisis, necesitamos una revolución creativa. La revolución siempre se dirige contra algo que se ha instalado mediocremente en una posición de poder. Y, en ese sentido, las revoluciones no sólo son deseables, sino que son evolutivamente necesarias.

–¡A las barricadas!
–Si no fuera por la crisis, los seres humanos aún seríamos bacterias. Un ser humano que quiera evolucionar tiene que estar siempre en crisis. La crisis es la manera que la incertidumbre encuentra para avisarnos de que estamos haciendo algo mal. La ciencia, en cambio, es una herramienta para crecer y dar fruto.

–Quizás ése sea el sentido de la vida: crecer y dar fruto.
–El conocimiento es arborescente. Crece como las raíces de un árbol y las distintas disciplinas se van encontrando hasta formar un solo tronco. Uno de los sentidos de la vida es adquirir conocimiento: comprender lo que hay en común entre dos ramas diferentes que se unen para crear un tronco nuevo.

–Todo converge: la física busca una teoría del todo.
–Sí, es el sueño de muchos físicos. La tendencia es que la física vaya logrando unificar las fuerzas fundamentales de la naturaleza. Ahora mismo, el gran desafío es unificar la física cuántica con la física de la relatividad: hoy por hoy, se contradicen. 

–Esas ideas de unificación reverberan en la filosofía.
–Newton se alimentó de la filosofía de Descartes: «Si he visto más lejos que otros hombres es porque me he aupado a hombros de gigantes». Einstein también influyó enormemente en la filosofía: cambió el concepto de tiempo y de espacio.

–Ustedes, los científicos, ¡son filósofos disfrazados!
–Yo siempre he propuesto que en las facultades de Filosofía enseñen lo fundamental de la física. Y viceversa. Si un alumno de filosofía viajara en el tiempo y conociera a Sócrates, el gran filósofo se sentiría muy decepcionado: el alumno no sabría explicarle ni cómo funciona un automóvil.

–Seremos inteligentes, pero lo que falta es conciencia.
–El surgimiento de la conciencia es un fenómeno reciente en la historia de la evolución. Nos ha servido para comparar. Buscar significa fijarnos en las diferencias entre cosas que se parecen mucho; comprender es buscar similitudes. Gracias a eso, el cerebro ha pasado de servir únicamente para lograr el movimiento a servir para generar conciencia y anticipar la incertidumbre. 

–La conciencia nos sirve para permanecer en la incertidumbre.
–El primer ser humano que entró en pánico ante una fiera, se dio cuenta de que su supervivencia dependía de lograr dominar el pánico. Por eso es tan universal la creencia religiosa: todos aquellos que no murieron después del pánico, desarrollaron la capacidad de tener fe. Y todos descendemos de esos creyentes. 

–Hawking dijo que Dios no es necesario.
–Hawking cree que la realidad es una fluctuación de la nada, pero no dijo que Dios no exista. Sólo dijo que las actuales leyes de la física hacen redundante el papel de un creador del universo. La religión puede estar tranquila: la ciencia nunca probará la no existencia de Dios.

–¿Cómo lo vive un científico como usted? ¿A dónde irá cuando muera?
–Sé perfectamente adónde iré cuando me muera: regresaré al lugar donde estaba antes de nacer. Ésta es una respuesta impecable tanto desde las matemáticas como desde la física. Lo terrorífico sería la eternidad. A Borges, la eternidad le producía horror. A mí también. Sería como garantizarse el aburrimiento.

–Sobre todo, si en la eternidad corriera el reloj.
–Sobre todo, si en la eternidad no hubiera cerveza fría.

Este verano, Jorge Wagensberg, desde el relax, se entregará a la creatividad. Quizás, en septiembre, nos sorprenda con nuevos aforismos como «Lo improbable asombra a todo el mundo, lo cotidiano sólo al genio». «Es un planteamiento de vida», nos dice. Para Wagensberg: «Los grandes innovadores de la ciencia se han preguntado por qué el césped es verde o por qué la Luna no se cae del cielo. El genio se pregunta por lo cotidiano, y no por elefantes rosas». Uno de sus mejores aforismos dio título a su libro de máximas: «A más cómo, menos por qué». 147 reflexiones en las que el célebre catedrático nos demuestra que «las verdades se descubren» y «las mentiras se construyen».