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Estreno

«Nunca me abandones»: El dolor de la réplica

Director: Mark Romanek. Intérpretes: Carey Mulligan, Keira Knightley y Andrew Garfield. Guión: Alex Garland, según la novela de Kazuo Ishiguro. Duración: 105 min. GB, 10. Drama de ciencia-ficción.

La Razón
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La premisa cumple las reglas de esa ciencia-ficción distópica que enfrenta a una réplica del ser humano –ya sea en forma de robot, «Blade Runner» o «I.A., Inteligencia Artificial», o de clon desarraigado, como en el que nos ocupa– con la incógnita de si posee o no sentimientos y con la certeza de su conciencia de caducidad prematura. La novedad reside en que Ishiguro sitúa su alegoría en un pasado imaginado en el que los hombres han encontrado la solución a la decadencia de su cuerpo a costa de los cuerpos de sus clones, huérfanos que mueren en la flor de una vida cuya juventud se consume en hospitales y quirófanos. Es una premisa poderosa: se plantea la cuestión de la inmortalidad a partir de sus bajas de guerra, habla del arte como espejo del alma e impregna la idea del amor de una melancolía casi insoportable en una realidad reconocible. Lo que importa en la película es el amor, o cómo lidiar con él cuando se sabe que el tiempo apremia. Romanek adapta la novela como si fuera un parte meteorológico: nubosidad variable en el cielo y en el corazón, puesta en escena bajo cero. Se agradece que afronte el triángulo amoroso entre tres «donantes» sin cargar las tintas, aunque cuando la cosa se pone dramática, tras una de las mejores escenas –la visita de Kathy y Tommy a sus antiguas cuidadoras–, abuse de los violines para suplir la gelidez de su planificación. Es de una frialdad triste, sin esperanza, que reseca cada rincón del encuadre. Una frialdad que a veces juega contra las intenciones del filme –en especial al describir la amistad entre Kathy y Ruth (Knightley), en exceso elusiva–, que quizá contribuye demasiado a fomentar su aspecto de cine de «qualité», pero que transmite con precisión la sensación de abandono de los protagonistas.