Hospitales
Médico cúrate a ti mismo
Los hijos de Hipócrates y su yerno Galeno no recomiendan atender a los parientes en el supuesto de que la emotividad nuble el criterio, y se llaman los unos a los otros para atender a los suyos. Por regla general el médico desconfía de sus colegas porque sabe que no profesan una ciencia exacta y prefiere equivocarse solo y sin ayuda. Condena la automedicación de los profanos pero se siente impelido al autodiagnóstico en el que se engaña estrepitosamente a su favor. La comunidad médica reprueba como heterodoxia inaceptable que el doctor supla a la cobaya, permanente tentación de algunos investigadores de enfermedades infecciosas y oncológicas. Madame Curie –dos premios Nobel– perdió falanges de las manos manipulando radio, probablemente en la ignorancia de lo que estaba descubriendo, pero no se trata de aquello sino de experimentar con tu propia enfermedad, como ha hecho el inmunólogo canadiense Ralph Steinman, primer Nobel de Medicina «post mortem», rompiendo las estrictas reglas de la Academia sueca. El cáncer está sobrevalorado como pompa fúnebre, pero es cierto que el de páncreas es un silente asesino veloz. El profesor Steinman se aplicó una terapia de diseño para sí mismo (el futuro está en la individualización de los tratamientos porque no hay enfermedades sino enfermos) y se ha dado una sobrevida de cuatro años (insospechado éxito) que abre ventanas y despeja incógnitas sobre la locura de las células, reflejo de la demencia imperante en nuestro exterior. Concederle el Nobel a un muerto es más que una falta de protocolo; es un pequeño giro en la mentalidad de una clase médica que, al fin, empieza a intentar curarse a sí misma.
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