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Europa: ahora dónde por Jim Gibbons
En Bruselas se juega ya un juego, nada más acabar el Consejo. Se llama «adivinen qué pasará a continuación». Ahora estamos en aguas desconocidas: probablemente (pero no seguramente) 26 de los 27 miembros seguirán adelante con una unión política y fiscal mucho más estrecha para reforzar al inestable euro. Pero como Cameron dijo no, no es realmente un tratado, lo que significa que toda la parafernalia de la Europa institucional no estará disponible para hacer que funcione. Si no es un tratado –y el veto británico garantiza que no lo es– ¿qué acceso tendrá esta nueva confederación a las palancas del poder, a la Comisión, al Parlamento y al Tribunal Europeo de Justicia, sólo por nombrar tres de ellas? El hecho es que nadie lo sabe. El grupo político más importante, el PPE, del que es miembro Mariano Rajoy, regresó de su propia reunión en Marsella justo antes del trascendental, aunque desconcertante, resultado. «Nos alegra el sorprendente hecho de que casi todos los países de fuera de la eurozona elijan apoyar el nuevo acuerdo», aseguraba un funcionario, «aunque tengan que consultar primero a sus parlamentos». Y añadía: «Ha sido fantástico y sorprendente que Dinamarca y Suecia se subieran al carro». Una señal de que al menos reconocen la imperiosa importancia de salvar la moneda única.
Falta por ver si el acuerdo tendrá o no un impacto inmediato en las economías de los países con los mayores apuros. No hay más dinero sobre la mesa, aunque parece como si el BCE estuviera iniciando una relajación cuantitativa por un camino indirecto, prestando dinero al FMI para que se lo preste a los países del euro con deudas. El eurodiputado alemán Elmar Brok ha dicho que el nuevo acuerdo «reforzará la credibilidad de la eurozona y la capacidad de actuar en los mercados». ¿Pero qué ocurre con Reino Unido? Ya está marginado, mientras Cameron trata de aplacar a sus eurodiputados, euroescépticos y a una prensa popular xenófoba. Por eso puso condiciones al acuerdo, como que las instituciones de la City quedaran exentas de las normas europeas sobre gestión financiera. «Éstos son los mismos grupos que arrebataron sus ahorros a la gente y estafaron a los inversores», afirma el ex eurodiputado conservador Edward Macmillan-Scott, que ahora se sienta con los liberal-demócratas en el Parlamento Europeo. Describió a Cameron como «extraperlista», un término para designar a un chantajista del mercado negro durante la II Guerra Mundial.
Ahora tenemos la Europa de dos velocidades que el primer ministro polaco Donald Tusk dijo que sería inaceptable. Pero en realidad es una Europa de una velocidad en la que sólo Reino Unido va, no a una velocidad no tan diferente, sino en la dirección opuesta.
Jim Gibbons
Analista y ex periodista de la BBC
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