España

Qué pasará mañana

La Razón
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Lo más probable es que los indignados no acampados vuelvan a sus empleos o la búsqueda de ellos para llegar a fin de mes lo mejor posible. La mayoría silenciosa habrá contemplado con simpatía o recelo el movimiento 15-M desde sus domicilios, centros de trabajo, colas del paro, economías sumergidas, pero será consciente de la llegada de otro lunes con las obligaciones habituales. Atrás habrá quedado un domingo de mayo con los colegios abiertos para votar. Desde 1979 el régimen constitucional de 1978 nos permite hacer lo que nos dé la gana con nuestra opinión en todos y cada uno de los 8.200 municipios. Incluso nos permite vivir al margen de las decisiones colectivas sin más relación que los impuestos destinados al bien común. Vivimos en un país capaz de haber alcanzado las mayores cotas de libertad y prosperidad de la historia. Los indignados no acampados saben desde hace tiempo de los problemas estructurales de nuestro Estado. También han sufrido en sus carnes el desgarro constante de la crisis económica que se ha llevado por delante el tejido industrial que suponen cientos de miles de pequeñas y medianas empresas. La campaña electoral de los últimos quince días nos ha puesto la carne de gallina con la legalización de la coalición cobijo de terroristas, tal y como dice el Tribunal Supremo. Hemos tragado en silencio la ofensa final a aquellos que han visto destrozada su vida por los enemigos de la libertad. Después comenzó el tiempo de los bellacos con un presidente del Gobierno asomado a unos mítines con aforo reducido por si acaso. Zapatero ha culminado su realidad virtual con la confesión de una mentira sospechada por todos desde mayo del año pasado. España tiene intervenida su política económica desde entonces y los recortes del gasto social evitaron el rescate financiero en ese momento. De los bellacos pasamos a los perezosos. El número dos del PSOE, José Blanco, recriminó la pasividad de sus votantes a la luz de las encuestas publicadas hasta el lunes pasado. Lo siguiente ha estado en la portada de este periódico desde entonces. Por mucho que se empeñen en explicarnos la indudable buena fe de algunos, el movimiento 15-M hunde sus raíces finales en el entramado antisistema. Basta leer el listado de propuestas aprobadas en esa reunión de la «soberanía nacional» que tiene a los comercios al borde de la ruina en Sol. Los indignados no acampados saben que el ochenta y cinco por ciento del empleo en España se crea de manera individual. En pequeñas empresas e industrias. Con innovación y con talento. A partir de ahí mañana lunes habrá que mirar el riesgo país disparado desde el viernes. La imagen de la España acampada y los temores a más mentiras en las cuentas autonómicas le han pegado otro tirón al diferencial de precio con el bono alemán. El dato del paro registrado en mayo maquillará el discurso pero seguirá la falta de confianza en un país atascado en plazas y avenidas con algunas propuestas económicas derribadas por el muro hace más de veinte años.